Alexander Volchkov, exintegrante del ballet del Teatro Bolshoi de Moscú, protagonizará en Lima este 13 y 14 de diciembre, en doble presentación diaria, “El Cascanueces”, junto a la primera bailarina Mariia Tamilova.
La puesta en escena del Ballet Clásico de San Petersburgo, inspirada en el cuento de E.T.A. Hoffmann y acompañada por la inmortal música de Piotr Ilich Tchaikovsky, promete convertir La Cúpula de las Artes en un escenario mágico con copos de nieve que cobran vida, juguetes encantados y escenas que despiertan la imaginación.
Volchkov, a días de su retorno a escenarios peruanos este 13 de diciembre, conversó con Correo y no dudó en manifestar su entusiasmo por volver a mostrar su arte al público local. “Lo que más me sorprende del público peruano fue su atención. Escuchan, observan y reciben la historia con mucha sensibilidad. Regresar ahora con El Cascanueces me motiva porque es una obra que acompaña mi vida desde hace muchos años. Compartirla nuevamente aquí se siente natural, casi como cerrar un círculo personal”, dice el bailarín.
Vienes realizando una gira por varios países de la región. ¿Qué sensaciones te deja Latinoamérica cada vez que vuelves a bailar aquí? Siempre me deja una sensación de cercanía. El público tiene una forma muy directa de conectarse con el escenario. Para un bailarín, esa sinceridad es valiosa. Sientes que la gente está contigo desde el primer momento.
Has formado parte del Bolshói, una institución sinónimo de exigencia absoluta, ¿qué diferencia a un bailarín formado en ese entorno respecto a otros escenarios del mundo? La diferencia principal es la disciplina. En el Bolshói se trabaja con una precisión que no permite distracciones. Esa formación crea una base sólida que te acompaña toda la vida: la manera de escuchar la música, de respetar la técnica y de asumir cada rol con responsabilidad.
¿Cómo ves tú la disciplina del ballet en estos tiempos? ¿Está cambiando la manera de formar a un artista? Sí, está cambiando. Hoy los jóvenes tienen acceso a muchas fuentes de aprendizaje y eso es positivo. Pero, al mismo tiempo, el ritmo acelerado del mundo puede dificultar la concentración profunda que el ballet requiere. Aun así, creo que los principios no cambian: trabajo constante, paciencia y respeto por el proceso.

Compartes escenario en Lima con Mariia Tamilova, una bailarina que también viene de una escuela muy rigurosa. ¿Qué te aporta ella como compañera de escena? Mariia aporta calma y claridad. Es una bailarina que escucha y eso facilita el trabajo en pareja. En escena buscamos construir un diálogo sincero, donde cada gesto tenga sentido y no solo forma.
Muchos espectadores asocian El Cascanueces con la Navidad y la familia. Desde el escenario, ¿qué emoción te conecta de manera más fuerte con esta obra cada vez que la interpretas? Para mí es nostalgia. El Cascanueces me recuerda mis propios inicios en el ballet. Cada vez que lo interpreto vuelvo, de alguna manera, a esa etapa donde todo era descubrimiento.
Eres referente para muchos jóvenes latinoamericanos que sueñan con llegar a una gran compañía. ¿Cuál es la clave para sostener una carrera tan larga sin perder motivación? La clave fue aceptar que el ballet es un camino largo. Hay días buenos y días difíciles, pero si amas lo que haces, sigues adelante. Yo siempre intenté trabajar con honestidad. Eso me mantuvo motivado incluso en los momentos más exigentes.
Tras décadas bailando roles icónicos, ¿qué te sigue moviendo hoy? ¿Hay algo que todavía te gustaría explorar en tu camino artístico? Hoy me mueve la profundidad. Ya no se trata de demostrar nada, sino de ser claro y sincero en la interpretación. Me gustaría explorar roles desde otra mirada, con la madurez de hoy. Siempre se descubre algo nuevo cuando uno vuelve a un personaje.





