La simbolización de la invisibilidad y el cuidadoso manejo del lenguaje hacen de CERCO DE QUIMERA una pequeña gran obra de arte, con mucha valía, en lo estético y en lo formativo.
La simbolización de la invisibilidad y el cuidadoso manejo del lenguaje hacen de CERCO DE QUIMERA una pequeña gran obra de arte, con mucha valía, en lo estético y en lo formativo.

Conocí superficialmente a gracias a cuatro de sus cuentos publicados, allá por el año 2013, en un libro titulado “A orillas del arrozal” (Papel de Viento Editores). En este enjundioso libro, la pluma guadalupana hace gala de su valía. Escritos de Josué Vallejos, Antonio Escobar, Robert Jara y Miguel Arbildo dan muestra de la calidad narrativa de sus autores.

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Posteriormente, en el año 2019, Arbildo se hizo acreedor al Premio Literario Trujillo, con su obra “Cuty, el lagartijito”. Ese hecho atizó mi atención y empecé a interesarme un poco más en su producción literaria.

Gracias a ello, no solo pude regocijarme en las páginas de “Cuty”, sino que tuve la oportunidad de toparme con “esa muchacha de talle macizo y la vieja ojeroza que parecía difunta” (“Cerrazón”) y, con la “boca seca, la mirada larga y tristona”, transitar junto al “Hijo del desierto”.

En Miguel Ángel Arbildo Ramírez (quien se autobiografía como un escritor “nacido en la costa norte del Perú”), la literatura destella un fulgor tenue pero firme y trascendente. En su literatura, como dice el gran Alejandro Dumas (padre): “Todo cabe en lo breve”.

Cerco de quimera

Y justamente esa magnitud de la brevedad está magníficamente representada en su más reciente publicación: CERCO DE QUIMERA (Papel de Viento Editores,2023). En este relato con estructura de novela breve, Miguel Arbildo se engrandece como escritor y, en unas cuantas páginas, logra construir una extraordinaria fábula de la vida y de la invisibilidad.

“La brevedad es el alma del ingenio”, escribió William Shakespeare, en La tragedia de Hamlet. Esta nueva contribución literaria de Arbildo así lo corrobora. En solo cuarenta páginas, aproximadamente, el lector podrá adentrarse en la soledad, en las cavilaciones, en los sueños y en las frustraciones de Arturo (un niño pobre del campo), un sapo (no es cualquier batracio; es un sapo filósofo) y el perrito Choco.

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Presencia e invisibilidad

“Cruzó el terral, cuaderno y lápiz en mano, con su parda ilusión cayéndose en el suelo. Dio con un pino ancho, rugoso, cargado de viejas soledades. Luego entró en una pampa llena de grama salada, esa grama dura y polvorienta que al verla raspa por dentro”.

Así inicia CERCO DE QUIMERA y, como se puede apreciar, el uso de los verbos en cada enunciado nos (des)cubre ante un personaje invisible que se mueve y transita de modo decidido por un escenario abrupto y, al mismo tiempo, retador y envolvente.

Pero esa invisibilidad adquiere corporeidad y existencia para quien es capaz de reparar en ella: “Desde que Arturo visitaba el estanque, el sapo sintió volverse de una oscura lentitud, escaparse de sus días penumbrosos donde no había sitio para la consolación. Arturo le despertó las tardes, le llenó de un asombro humilde, callado, que lo mareaba en la duda de si todo lo que vivían era cierto”.

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Filosofía de la soledad

Para su autor, “Cerco de quimera” simboliza la filosofía de la soledad. En ese sentido, la historia vale por sí misma, más allá de lo que pueda interpretarse. “Sus personajes representan estados emocionales y no tanto estatus socioeconómicos”, afirma Miguel Arbildo. Pero, aparte de los personajes, los escenarios también se constituyen en pilares de esta alegoría. Los escenarios ejercen e irradian una energía manifiesta a lo largo de cada uno de los acontecimientos.

“Los días pasaron como triste silbo de viento, y Arturo no volvió al estanque. Lo que vino fue el calor veranero. Vino de golpe como una bola ardiente que rodó tratando de arrasar con todo. ‘¡No puede ser!’, dijo el sapo. Las eneas esta vez tensaron sus nervios, se erizaron como sorprendidas, y el viento se acobardó”.

Fabulación y alegoría. Comparto plenamente la apreciación del escritor y editor Ricardo Virhuez: “CERCO DE QUIMERA es una potente metáfora sobre la insufrible vida contemporánea y la injusticia que viene desde todas las direcciones”. No obstante, desde mi punto de vista, la excelente fabulación, la simbolización de la invisibilidad y la integración fantástica de los mundos hacen de esta una gran obra de arte.

Por otro lado, la alegoría de la invisibilidad cobra mucha valía, desde lo estético y lo formativo. Este realismo, construido a partir de la fantasía y la fabulación, desencadena connotaciones diversas y muy amplias. Y lo más valioso: empleando el recurso de la fabulación, expone ante nuestros ojos el tema de la soledad y el de la invisibilidad, pero al mismo tiempo, nos pone ante la encrucijada de nuestras valoraciones sobre ellas.

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Más allá del cerco

Luego de leer “Cerco de quimera”, quienes ejercemos la docencia y/o promovemos la lectura no podemos dejar de preguntarnos: ¿esta una historia para niños o para distintos tipos de lectores?

Como muy bien lo señala el mismo autor, este no es un texto encasillado en lo que comúnmente se conoce como “literatura infantil” (por más que los personajes sean un niño, un sapo y un perro). Este es un libro que exige una filosofía y una crítica existencial.

Yo diré que “Cerco de quimera” es una obra hecha para el goce estético y, al mismo tiempo, para interpelarnos, conmovernos y transportarnos por mundos fantásticos y tan crudamente reales. ¡Vale la pena leerla!

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