Incrustado en un valle a 2 mil 900 metros sobre el nivel del mar se encuentra Tasata, también conocido como Tazata, el pueblo Churajón que aún se mantiene y se convierte en el último vestigio de la primera sociedad arequipeña.
Tasata es un anexo del distrito de Polobaya de la provincia de Arequipa, anclado en un valle interandino rodeado de andenes preincas que en su gran mayoría lucen abandonados y algunos, muy pocos, aún son utilizados para sembrar maíz, papa, habas, zapallo o para que pasten las vacas, burros o carneros.
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De acuerdo con el montañista Juan Ivan Contreras, en sus años mozos, hace un milenio aproximadamente, Tasada estuvo anclado dentro de los dominios de la nación Churajón, la sociedad más antigua de Arequipa que se extendió desde los límites actuales con la región Moquegua, hasta el valle de Siguas.
Pero fue en esta zona donde se asentó su urbe principal, que contó con más de mil 800 hectáreas de andenes que hablan de un pueblo dedicado básicamente a la agricultura y a la crianza de camélidos.
Conteras resalta que Tasata está rodeado por los cerros Sahuaca, donde se instaló el complejo religioso y la urbe más importante de Churajón, Parasca y El Gentilar.
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El montañista señaló que actualmente ocho familias viven en esta pequeña estancia que parece un pueblo fantasma si no fuera por el verdor del valle, la presencia de ganado y un pequeño grupo de perros que con sus ladridos avisan la presencia de los inusuales visitantes, ya que el acceso es complicado.
Todo lo que produce Tasata va al consumo local, en otras palabras está abandonado por las autoridades, aunque la leche y el queso que elaboran lo venden en el Santuario de la Virgen de Chapi especialmente los fines de semana.
Según la historia, Sahuaca, Parasca y El Gentilar fueron tres áreas importantes en el apogeo de Churajón (1000 d.C. a 1530 d.C.).
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Sus terrazas agrícolas brindan aún un aspecto imponente pese a que han perdido su verdor. En sus cimas se instalaron pequeñas urbes y necrópolis donde predominaban las chulpas que son torres funerarias de adobe o piedra.
Sin embargo, Contreras señaló que prácticamente todo ha sido huaqueado. Los pobladores cuentan que de vez en cuando en las noches aparecen por los cerros luces que deambulan sin rumbo, piensan que aún son huaqueros en busca de tesoros como telares o cerámica que puedan vender en el mercado negro.
“Es por eso que no llama la atención encontrar esqueletos a la intemperie, cerámica rota en cualquier lugar o chulpas totalmente destruidas”, apuntó.
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