El escritor argentino Felipe Pigna ingresa a los terrenos de la novela de ficción con el conocimiento y el aplomo que le dan sus años en el apasionante oficio de la divulgación histórica.
El equilibrio en narrar los hechos reales con la libertad literaria da como resultado: “Conspiración en Londres” (Editorial Planeta), la novela que Pigna presentó recientemente en Lima.
La trama sigue al general Manuel Belgrano en su forzada misión de viajar a Europa para buscar un rey borbón para el Río de la Plata, un episodio real que vivió el militar ante la amenaza de la cárcel y el escarnio. Un año antes de la independencia de Argentina, no tuvo otra alternativa que tomar el encargo, acompañado de Bernardino Rivadavia, un político ambiguo y viejo rival.
“Es mi primera novela, y me tardé muchos años después de tantos libros de historia porque respeto mucho la ficción, soy un gran lector del género, y para mí, tenía que llegar el momento preciso. Todo surgió a partir de la biografía que hice de Belgrano y al encontrar ese episodio de su vida francamente delirante, me animé a contarlo”, dice Pigna.
¿En la novela hay temas recurrentes como la lealtad, la traición, la ambición, eso lo querías remarcar bien?
Para mí, son valores fundamentales de una persona. La lealtad me parece que es uno de los más maravillosos y y se está perdiendo poco a poco, ¿no?
Son valores que hoy los políticos no los toman en cuenta.
El patriotismo, incluso, además ahora lo malo se presume. Los yerros y los horrores son virtudes y los valores son vistos como atraso, es verdad, ya no se toman en cuenta y eso está mal.
¿Cómo logras equilibrar la ficción con los hechos históricos?
Fue un gran desafío, no quería que la novela sea inverosímil, mi principal preocupación fue que se respetara la historia porque la gente me conoce como historiador y no podía inventar. Por eso, dejé la literatura para los diálogos, los pensamientos, en desarrollar la psicología de los personajes, cosas que no hago habitualmente en el ensayo.
¿Novelar la historia es una forma más directa para que los lectores la conozcan y no la sientan aburrida o que es solo para especialistas?
La mayoría se acuerda de su colegio secundario, de aquellos libros con los que se sentían aburridos y tienen razón, eso sucede porque no saben contar bien la historia. Mis libros de historia son bastante populares en Argentina porque trato de usar un lenguaje sencillo, la gente me dice: “Conocí a un Belgrano y un San Martín distinto”.

Muchas veces tenemos la idea de que nuestros próceres, esos grandes hombres fueron seres inalcanzables, que no vivieron grandes pasiones.
Ellos fueron seres humanos como cualquier otro, yo creo que es muy bueno humanizarlos porque permite la empatía del lector con el personaje. Si uno habla de esa estatua de bronce que nunca se equivocó, que siempre fue perfecta, dirá mucha gente: “nunca seré como ese señor. Lo admiraré, pero no me siento identificado con él”. Yo creo que aquí se nos permite una cercanía, una complicidad linda con el personaje.
¿La influencia de esos grandes hombres de la historia en nuestros países sigue vigente o se va diluyendo con el tiempo?
Me parece que se van diluyendo y sobre todo a la luz de la lectura del presente, un presente tan poco empático, poco ejemplar, se están quedando como raros, como personajes de colección, piezas extrañas. Una persona que da la vida por la patria, que no roba, que no le importa el poder, que sabe renunciar porque va en contra de sus principios, en estos tiempos, eso es raro.
¿Los lectores de tus libros de historia cómo han tomado la novela? Les sorprende encontrar el lado humano de esos personajes que siempre han visto tan lejanos, además de conocer cómo se vivía en Londres, Río de Janeiro, Madrid, Roma, en aquel momento. Para mí este fue un libro de edificación y de mucho trabajo histórico también.





