Jacobo Hurwitz, el espía continental, el señor de las máscaras; un enigma con raíces peruanas y judías, es el personaje que llegó a la vida del escritor y periodista Hugo Coya para alborotarla y marcarle la pista para un nuevo reto literario. “Sin duda esta novela ha sido las más ambiciosa que he escrito por la cantidad de personajes, de detalles, de fechas, pero sobre todo, como siempre ocurre con todos mis libros, porque está basado en hechos reales. Y ¿por qué llamo novela a este libro? porque por el tema de fechas, circunstancias, por el fallecimiento de testigos, habían algunas cosas inexplicables. He recurrido, entonces, a ficcionar o utilizar la memoria de los familiares, muchas veces frágil, y no he tenido una segunda oportunidad de verificación”, nos dice Coya.
¿Y cómo llegas a la historia de Jacobo Hurwitz, el espía continental? En realidad es bastante curioso. Había iniciado, un poquito antes de la pandemia, una investigación sobre la familia Hurwitz; cuyo uno de sus integrantes es el protagonista de ‘El último en la torre’. Me había reunido con la sobrina de Ludovico Hurwitz y ella me narraba todos los hechos acerca de su tío. En medio de las entrevistas que le hacía, me dice ‘creo, sinceramente, que la historia de mi papá Jacobo es mucho más interesante que la de mi tío’.
Allí se prendió la chispa... Mi primera reacción como periodista, lógicamente, fue de duda. Y es que todos queremos que nuestros padres sean súper héroes o que tengan unas historias interesantes. Un poco con recelo comencé a escucharla y me comenzó a contar, a sacar recortes, informaciones y todo eso estimuló a que comenzara a indagar y a darme cuenta que de verdad tenía un personaje muy rico, lleno de muchas facetas. Imagínate haber sido acusado de intentar asesinar al presidente de México en 1930, nada menos.
Ibas descubriendo historias que tú ni imaginabas.
No solo que yo no me imaginaba, sino que al final, la mayor satisfacción ha sido cuando los nietos y la hija han recibido el libro; lo han leído, y me han confesado que gran parte de las cosas que había escrito ellos ni la conocían. Porque el padre no les había contado, ni su madre, ni nadie se los había dicho.
Eso es lo apasionante del oficio del escritor.
Honestamente para mí, como ocurre con todos mis libros, parte de mi propio desconocimiento. O sea, no es que yo sea un experto sobre este personaje, y digo voy a escribir una biografía autorizada o no autorizada de esta persona, no. Parte de mi curiosidad y de mi conocimiento, yo mismo me entusiasmo tratando de indagar qué pasó y qué ocurrió; y cómo fue esto. Cómo es que era amigo de Frida Kahlo y aparece en fotos con Diego Rivera y ella... y digo por qué nadie mencionó que este peruano estaba allí.
¿Con los años, el tiempo y el oficio tus procesos de creación han variado? Obviamente mis primeras fuentes son la fuente directa, las entrevistas. Como cualquier periodista, las fuentes tradicionales, los archivos, las bibliotecas también... soy todavía de la vieja escuela, es como hago mi trabajo. Es cierto también que ahora me encantan los medios digitales, que no necesitas viajar a un lugar para acceder a un archivo que está miles de kilómetros de distancia o poder entrevistar gente desde puntos distantes. Entonces eso me permitió recopilar información, mucha información y luego vino la etapa de contrastar. Este libro me ha demorado cuatro años de investigación.
Muchos romantizan la creación, y si no hay disciplina, no hay musa que valga.
No, lógicamente, y yo tengo mis horarios, porque no es la única actividad que realizo. Entonces yo usualmente trabajo, tengo una cantidad de horas que le dedico al día cuando estoy escribiendo. Usualmente, muy temprano en la mañana, cuando está cerca del amanecer
.¿Te levantas muy temprano? Sí, por una razón muy simple, no porque yo considere que las musas van a llegar a las 6 de la mañana y me van a inspirar cuando me despierto, no. Uno es el silencio, obviamente trabajo mucho en casa y el ruido de la calle, el movimiento de las personas; todo eso se convierten en algunas distracciones. Entonces esas horas para mí son preciosas.
¿Eres mucho de corregir? Porque hasta ese proceso debe tener un límite. En mis primeros libros, cuando no conocía mucho el proceso, volvía a corregir y volvía a corregir, pero ahora sé qué día tiene que estar listo y tengo que entregar esto sí o sí. Es decir, si hay errores se corregirán después. Pero ya no voy a volver a reescribir y reescribir, porque sino ocurre que nunca llegas a publicar, porque nunca llegas a cerrar algo.