Autor ha publicado el libro “El secreto de Marion y otros cuentos”, una antología personal que reúne lo mejor de su obra narrativa.
Autor ha publicado el libro “El secreto de Marion y otros cuentos”, una antología personal que reúne lo mejor de su obra narrativa.

Jorge Valenzuela maneja la técnica literaria con maestría para dar forma al horror de los años ochenta. Y lo hace desde una atmósfera de soledad, desconfianza y desamor, una marca que persigue a sus personajes sin tregua.

“El secreto de Marion y otros cuentos” (Campo Letrado, 2020), su reciente libro, es una muestra del minucioso trabajo del escritor y catedrático al momento de contar historias, escribir, esa incansable forma de explorar la vida.

¿Componer una antología personal puede ser una forma de entregar al lector lo que ha sido su poética en estos 30 años de trabajo literario?

Tengo preferencia por algunos de mis relatos en los que estuvo en juego algo que de alguna manera me tocaba más de cerca o que involucraba mis sentimientos de una forma más intensa. Con respecto a mi poética del cuento, creo que, a lo largo de estos años, ha ido cambiando. De mis primeros cuentos, que son clásicos, he ido trabajando relatos fragmentados, abiertos, puramente de atmósfera, sin evento central. He cambiado también de formatos, de escenarios, de nivel de realidad. Escribir es un acto de búsqueda incesante. No se escribe para detentar un saber. Escribir es, sobre todo, indagar.

¿Cuánto han influido sus propias vivencias en la escritura de estos cuentos y en la decisión de reunirlos ahora?

La experiencia personal cuenta al momento de escribir, pero se vive, también, escribiendo. Inventar una historia es vivirla de algún modo. Yo entiendo mejor lo que me rodea a través de la ficción. Para mí, la ficción cumple con el propósito de ordenar el mundo. Hay que recordar, como sostienen los cognitivos, que organizamos narrativamente nuestra experiencia. Algunos de mis cuentos fueron escritos sobre la base de experiencias directas, otros se generaron a partir de lecturas, pero lo que los caracteriza, en términos generales, es ese pesimismo y esa pérdida de esperanza que proviene del clima de época, es decir, es evidente, por mi obra, que soy un escritor peruano de los años ochenta. Ese es el sello que ostentan muchos de los cuentos de mi generación.

¿En sus cuentos busca darle forma (y soportar) al horror de los años ochenta?

Ese fue el desafío que los medios de comunicación le impusieron a la literatura en aquellos años. La prensa y la televisión contaban, con gran despliegue de recursos, el horror. Su elocuencia era tan poderosa que casi llenaba el espacio de la representación con sus videos y fotos. Vivíamos en un espacio saturado por lo cruento, por las imágenes de cuerpos mutilados al punto que ya todo daba igual y cada días nos volvíamos más insensibles. Ya nada nos podía impresionar o conmocionar. Mi propuesta fue explorar, desde mi condición de escritor urbano, en la interioridad de mis personajes y dar cuenta del proceso de desintegración por el que atravesaba la clase media. Los procesos de aislamiento e incomunicación que afectaba a esta clase, la habían sumido en el miedo y la pérdida de sentido. Mis cuentos refieren esa descomposición.

Los personajes de sus cuentos son golpeados por esa incapacidad de relacionarse profundamente con los demás. Está muy claro, por ejemplo, en “Washington” y “Una noche con María Pía”. Pero en “La corbata” hay un destello de belleza al cierre de la historia y del libro. ¿Ese es un mensaje de optimismo ante tanta tragedia?

Mis personajes, en muchos casos, buscan escapar de la soledad pero algo siempre destruye cualquier posibilidad de que puedan comunicarse con los otros. Es como un estigma. Padecen una incapacidad de base que les impide amar, confiar. En “La corbata” se muestra cómo unos personajes superviven a través del engaño y cómo esta situación genera una gran desconfianza en quienes son víctimas de ese engaño. Una vez más el cuento postula que es imposible confiar en los demás pues siempre se es traicionado. Lo que sucede con uno de los personajes es que cambia y, en medio de su caída, envía un mensaje. Es eso que llamas destello de belleza que en el cuento es, ante todo, un destello de esperanza.

Ha escrito que la “atmósfera de muerte y destrucción” ha marcado a su generación. Desde su experiencia como investigador y catedrático, en especial del Taller de Narrativa de San Marcos, ¿cuál es el elemento que ha perseguido a las siguientes generaciones de escritores?

Creo que la violencia sigue siendo un elemento importante para entender a las últimas promociones de narradores. No solo hablo de la violencia política, sino de la interpersonal. Desde las formas más abiertas del cinismo hasta el tratamiento de la corrupción de los sentimientos, los narradores jóvenes están describiendo las formas de poder que se ejercen en la vida cotidiana y la envilecen. Es en este campo en donde se advierte el interés por desmontar modos jerarquizados de relación entre hombres y mujeres, o de emplear la ironía para destruir concepciones del mundo fundadas en la discriminación y el racismo. Se ha recuperado, por otro lado, el interés por el policial, el relato de terror y la ciencia ficción cuya vinculación con lo político enriquece y renueva las posibilidades de nuestra literatura.

Jorge Valenzuela

Escritor y catedrático. Nació en Lima, en 1962. Es uno de los autores más destacados de la generación de narradores de los 80. Ha publicado “Horas contadas”, “La soledad de los magos”, “La sombra interior”, “Juegos secretos” e “Infiernos mínimos”.

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