Se trata de  un libro ideal para lectores que no temen adentrarse en las grietas del alma. No se limita a narrar una historia: la convierte en una experiencia vital.
Se trata de un libro ideal para lectores que no temen adentrarse en las grietas del alma. No se limita a narrar una historia: la convierte en una experiencia vital.

¿Adónde puede llevarnos la persecución a una sombra? ¿A otra ciudad, a un túnel sin salida, a una imaginaria estación… o, quizá, hacia nosotros mismos? En TRAVESÍA DE EXTRAMUROS, podrá buscar respuestas a estas misteriosas preguntas. Usted podrá sumergirse en la historia de un hombre que persigue los rastros de su doble…; y, en esa travesía, seguramente experimentará un recorrido profundamente simbólico y existencial.

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Al respecto, Kassiani Tsakalidou (licenciada en Filología griega, por la Universidad Aristóteles de Salónica, Grecia) dice que Travesía en extramuros “es una obra sobre la imposibilidad de cerrar un duelo, sobre los fantasmas del amor perdido y sobre cómo, a veces, el único modo de continuar es volver a empezar -aunque siempre sea el mismo viaje.”

Persecución y búsqueda

En palabras de su autor, el joven docente y escritor Miguel López Cruz, Travesía en extramuros “narra la historia de un hombre que persigue una sombra: la sombra de Bernard, su doble, su fantasma o tal vez su propia proyección. Esta persecución atraviesa ciudades, túneles y estaciones, pero también busca sentido, verdad, redención.”

La obra se divide en dos partes: en la primera -narrada en clave introspectiva-, el protagonista deambula por estaciones, ciudades y recuerdos; y, en la segunda -en tono poético-, la figura de Juliette emerge como cicatriz, eco o enigma. Ambas partes forman una unidad, como si el lenguaje mismo buscara consolar una pérdida, sanar una grieta o abrazar el vacío.

López Cruz construye un universo donde la memoria y el deseo se entrelazan e invitan a una lectura pausada y sensorial. El lector es guiado no solo por la acción, sino por la atmósfera y los ritmos internos del relato. Como si se tratara de un sueño, los espacios se diluyen y los personajes se desvanecen. Solo permanecen la emoción, la resonancia y la duda.

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Arquitectura literaria

El lenguaje límpido y la arquitectura literaria del libro dialogan con la música, la pintura y otras formas artísticas. Hay referencias explícitas e implícitas a obras clásicas, mitológicas y contemporáneas. El lector atento podrá encontrar ecos de Borges, Sábato, Eliade o César Moro, aunque la voz del autor discurre de manera clara, propia, intensa y conmovedora.

Lo notable en esta obra es que la historia no se desarrolla con giros espectaculares, sino con una intensidad emocional que contagia lo sensorial. La introspección marca el tono del inicio, pero hacia el final, la urgencia y el vértigo se apoderan del ritmo. La prosa se fragmenta y se acelera, como si el lector compartiera la desesperación del narrador en tiempo real.

Y, en cuanto a los personajes, Bernard, ese personaje esquivo que obsesiona al narrador, se perfila como una figura simbólica, más cercana al significante que al personaje tradicional. Juliette, por su parte, aparece y desaparece como un vestigio del amor, como un punto de anclaje que da sentido a la vida errática del protagonista. Ambos personajes encarnan la ausencia, la imposibilidad de aferrarse a lo concreto, a lo vivido.

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Infinitudes

Entre túneles, trenes y estaciones, López Cruz instala símbolos que nos remiten a la vida exterior y a los estados del alma. El tren representa el desplazamiento dentro de un sistema invariable; el túnel, la suspensión, la pausa, la ceguera. El tiempo, siempre inasible, es la sustancia de la que están hechas todas las pérdidas, los duelos y también las esperas.

En este aspecto, uno de los aciertos del autor es la construcción de una experiencia intertextual, que no excluye, sino que complementa la lectura. En sus propias palabras, sus libros están interconectados, como si formaran parte de una cartografía más amplia.

Travesías de extramuros es el eslabón de una cadena que se perfila mucho mayor. Es una meditación estética sobre la pérdida y una apuesta por la literatura como refugio y como forma de comprender los escondrijos de la conciencia. La experiencia de lectura, en este trayecto, resulta tan envolvente como inquietante. Queda resonando en el lector, como un eco suave que nos invita a continuar la historia en la infinitud de nuestros pensamientos.

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Atmósferas y ecos

Miguel López Cruz, con dos libros publicados hasta el momento, demuestra una madurez literaria admirable. Su sensibilidad para construir atmósferas, explorar el lenguaje y tensionar los límites entre los géneros lo posiciona como una de las voces más interesantes de la narrativa peruana reciente.

Como nos dice Ainara Ortiz de Zarate, en la contratapa del libro, “con una prosa contenida pero intensamente evocadora, nos conduce a una atmósfera donde los trenes (son) también heridas abiertas, recuerdos dispersos y paisajes donde la lógica deja de tener sentido.”

Este es, pues, un libro ideal para lectores que no temen adentrarse en las grietas del alma. Travesías de extramuros no se limita a narrar una historia: la convierte en una experiencia vital. Es una obra cuyos ecos persisten mucho después de cerrar el libro. Leer a Miguel López Cruz es aceptar el reto de mirar de frente a nuestra sombra y descubrir, en su reflejo, una verdad íntima y conmovedora.

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