Artes escénicas. (Foto: GEC)
Artes escénicas. (Foto: GEC)

Acabada la función, no hay más aplausos para los actores y director. Menos aún, para el personal técnico que trabajó en el montaje. Existe sí, un camino de regreso a casa, cuentas que afrontar y los proyectos en los que buscan invertir para continuar la profesión. Con el cese de actividades por el avance del COVID-19, el drama en el que viven los espacios de teatro en Lima, parece convertirse en una tragedia shakesperiana. Una vez más, es el ingenio de los protagonistas de este espacio cultural el que prima, en un panorama en el que ni el humor de Chejóv parece funcionar.

Una semana antes que el presidente Martín Vizcarra decretara la cuarentena general, hace cincuenta días; las productoras de teatro decidieron ponerle fin a sus funciones. Existía esperanza en retomar la temporada, pero también una resignación porque el panorama no parecía mejorar.

“Cuando empezó la cuarentena, pensamos que en setiembre podíamos reabrir. Sin embargo, mi madre nos dijo que la situación no era la mejor. Hasta que nada sea seguro, no podemos exponer a nadie en una sala de teatro, ni a los actores sobre un escenario”, señaló Sandra Bernasconi, actriz y gestora del Teatro de Lucía.

Anualmente, un espacio independiente puede funcionar con la mitad de su aforo. Los ingresos por taquilla, así como otros servicios que brinda el colectivo que alquila el recinto, sirven como único sustento para la renovación de la propuesta a lo largo de la temporada. Sin estos ingreso, existe un peligro más grande que la ambición de Macbeth.

FIN DE TEMPORADA. Cuando el auge de los cines en Lima empezó la curva de descenso desde la década del sesenta, muchos de estos lugares se convirtieron en iglesias o centros de recreación.

“Me parece irresponsable, de parte del Estado, que el ministro haga un anuncio sin que alguna institución dé un plan de contingencia. La medida (de suspender todo tipo de eventos) es necesaria, sin discusión alguna, pero no sé si esta fue la forma de hacerla”, entiende Sergio Llusera, director del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico.

Al no existir un proyecto que proteja a los colectivos, el primer riesgo de pérdida está en los recintos. “¿Cómo pagar un alquiler sin ingresos? Cuando esto se alargue (cuarentena), los espacios se pueden perder. En esta ciudad, es muy complicado conseguir espacios aptos donde realizar un montaje teatral”, sostuvo David Carillo, director de teatro y fundador de “Yestoquelotro”.

La Asociación Cultural de Artistas Aficiones suele producir hasta una obra por mes. Este año, en su totalidad, iban a ser obras propias. Entonces, todo, la pérdida la asume el colectivo. Sin embargo, en el Teatro de Julieta, sí existieron coordinaciones con otras productoras. Son entre 23 y 25 montajes que se pierden. “Esta situación pone en peligro nuestra subsistencia. No sabemos cómo vamos a funcionar, o si seguiremos haciéndolo. No hay ninguna luz de cómo seguiremos más adelante”, comenta Ximena Arroyo, coordinadora de ambos espacios.

GENERACIONES. El futuro virtual aparece como una solución. Son algunos actores y productoras quienes encuentran esta plataforma como respuesta ante la crisis. “Existe un potencial interesante, insospechado, de congregar a una cantidad de personas grande. Lo triste es que, la experiencia del teatro era la convivencia. El teatro ocurre, el cine está grabado”, entiende Fernando Luque, actor y director.

El tiempo se extiende y los proyectos se posponen. “Para mí, un año son como diez”, explica Osvaldo Cattone, uno de los responsables del Teatro Marsano. A sus 87 años, el actor se está tomando un descanso forzado, porque tenía todas las ganas de continuar produciendo. “Todavía soy un ilusionado. Siento que estoy en el camino de ida todavía, cuando quizá esté cerca el final. Igual, no lo pienso. Me siento bien. Creo que todo va a renacer, a lo mejor, es el inicio de una nueva percepción del arte”, explica.

ESFUERZO. La respuesta para la continuidad del espacio teatral está en los espacios de diálogo, entiende Gustavo von Bischoffshausen, autor del estudio “Teatro Popular en Lima. Sainetes, zarzuelas y revistas 1890-1945”. “Tiene que haber un trabajo colectivo e intencionalidad, por parte del sector privado y público, en no pensar en la ganancia, sino permitir que el teatro se desarrolle”, detalla.