“Un sonido amarillo” (Álbum del Universo Bakterial, 2021) es uno de los poemarios más originales que se han publicado este año en el Perú.
La originalidad es una “rara avis” que se encuentra, sobre todo, en el lenguaje más que en los temas.
El libro de Rosa Granda tiene su principal virtud en su forma de componer desde la intertextualidad y otras referencias: la música, el cine, la fotografía, el ensayo, lo experimental.
Si no prescinde de los signos de puntuación clásicos (la coma y el punto), los utiliza junto a otros poco explorados, las rayas, los corchetes, los puntos suspensivos, acompañándolos de los espacios-agujeros, los silencios, con un ritmo propio y sin abandonar el sonido de la poesía.
El subtítulo “montaje en 21 notas” y su primer epígrafe, una cita del director ruso Dziga Vértov, son las claves para su lectura.
Porque la autora compone el libro como si fuera una película: los poemas son especies de planos o tomas que generan más sensaciones que sentidos.
Granda ya había explorado las posibilidades de las formas visuales, la construcción de ambientes y sensaciones en movimiento en “Torschlusspanik” (Perro de ambiente editor, 2016), su primer poemario.
Esta segunda apuesta de la poeta se arriesga más al acercarse al misterio de la poesía y el pensamiento.
“Un sonido amarillo” es un montaje poético que se ubica en los extramuros de lo que se ha escrito en la literatura peruana reciente.