“Nuestro trabajo nos ha permitido sacar adelante a nuestras familias”. (Foto: Leonardo Cuito)
“Nuestro trabajo nos ha permitido sacar adelante a nuestras familias”. (Foto: Leonardo Cuito)

El sonido de las trompetas y la guitarra que acompañan la voz de Iván Cruz en los parlantes de una radio, se mezclan con el ruido que se desprende de las piezas rotativas, vibraciones y rozamientos de las vetustas máquinas que Pablo Heredia utiliza para dejar limpias las prendas de los pacientes que llegan al hospital Honorio Delgado Espinoza.

Don Pablito, como lo llaman sus amigos, tiene 68 años y ha pasado más de la mitad de su vida enfocado en tener siempre limpias las ropas de cama con las que atienden a quienes se han convertido, con el tiempo, en sus hijos, aunque nunca los haya conocido.


Dedicación y amor

Para nosotros los pacientes lo son todo y la limpieza es importante en su cuidado y recuperación”, dice con seguridad el hombre que deja un momento el cúmulo de sábanas, cubre camas y otras ropas limpias y listas para que comiencen a ser distribuidas en cada piso del hospital.

Este caballero de baja estatura y cabello canoso, lleva 22 personas trabajan en el área de lavandería del nosocomio regional. trabajando en el hospital 40 años y desde hace 35 se levanta religiosamente a las 4 de la madrugada para salir de su casa en Cerro Colorado y llegar una hora después a la lavandería donde alista las máquinas, tan antiguas como el mismo centro asistencial, que desde las 6 de la mañana comienzan a batir la ropa con jabón, exprimirla en centrifugadoras y plancharla durante 12 horas continuas.

En medio del bullicio y el sofocante calor que se desprende de la calandra en la que se plancha la ropa a vapor, trabajan 22 personas, todos hombres de los cuales 18 son padres de familia. Hasta antes de la pandemia de la COVID-19, hubo también mujeres, pero por el esfuerzo físico que demanda el trabajo como recoger las prendas de cama y pasarla de una máquina a otra, se optó que fueran cambiadas para realizar otras actividades. “Es bastante molestoso al principio pero con el tiempo uno se acostumbra. Así de pesado es el trabajo, pero a pesar de las dificultades lo hacemos con cariño y mucha responsabilidad pensando en nuestros pacientes. Además, me ha permitido lograr algunas metas en la vida como ver a mis hijos profesionales”, dice el obrero orgulloso de tener a su hija mayor como abogada y al menor como ingeniero.


Amor en los pasillos

Rudy Apaza tiene 36 años y es uno de los papás más jóvenes que tiene el servicio de lavandería del hospital donde conoció a su compañera de vida y madre de sus dos hijas, la mayor tiene 8 años. En 2010, una vecina fue quien lo animó a presentarse a un puesto de trabajo en el Honorio Delgado. Rudy había estudiado mantenimiento de maquinaria pesada y tras postular quedó seleccionado para el trabajo. En el servicio de lavandería todos se turnan para llevar la ropa limpia a la torre hospitalaria y mientras recorría sus pasillos conoció a su esposa, Nelly Tejada, que trabaja como técnica y que está próxima a titularse como enfermera. “Mi destino estaba aquí, en el hospital”, dice Rudy agradecido por ese encuentro que marcó su vida.

La felicidad demanda esfuerzos, Rudy Apaza debe madrugar para ingresar al trabajo y cuando coincide con su esposa en el mismo horario, sus hijas también despiertan temprano para desayunar y dejarlas listas para ir al colegio. “Es un sacrificio que hacemos todos juntos para lograr cosas buenas en la vida y ellas, a su edad, lo entienden. Siempre les digo que deben cumplir en su colegio y nosotros con el trabajo”, refiere Rudy que en su ausencia encomienda a sus hijas a su cuñada, que vive al costado de su casa, o a su madre, para que las acompañen hasta que se vayan al colegio en su movilidad.

La hora avanza y la ropa de áreas como UCI, Emergencia, sala de operaciones, quemados y UCI pediátrica ya se entregaron, pero aún falta lavar la mayor parte de los 1,200 kilos de prendas que luego deben distribuirlas al resto de servicios del hospital hasta las 6 de la tarde cuando la lavandería enmudece.

Esta ha sido mi vida y ya pronto voy a dejar a mis pacientes”, dice con cierta nostalgia don Pablo Heredia que el próximo año se jubilará del trabajo al que le ha entregado todo su esfuerzo.

TE PUEDE INTERESAR: