Han pasado 4 años de la erupción del volcán Sabancaya. La noche del 6 de noviembre de 2016, el segundo de los macizos más activos del Perú, después del Ubinas, alarmó a los pobladores de la provincia de Caylloma al caer las primeras cenizas, similar a una llovizna, tras una primera explosión.
Al día siguiente, los techos y patios de las viviendas amanecieron con ligeras capas de ceniza, como si se tratara de arena fina. Los comuneros se preocuparon por los cultivos de papa, maíz, pero 4 años después aprendieron a convivir.
La investigadora del Instituto Geofísico del Perú, Luisa Macedo, resaltó que el nivel de erupción del Sabancaya se redujo a diferencia de 2016, pero las cenizas continúan llegando a los pueblos como Chivay, Achoma, Coporaque, ubicados a 20 kilómetros de distancia del cráter, en función a la dirección del viento.
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Este proceso eruptivo largo fue una ventaja para los comuneros de Caylloma, porque les permitió desarrollar turismo. La creación del mirador en la zona de Patapampa no solo satisface la visión de los turistas nacionales y extranjeros, quienes observan a lo lejos la inmensa columna que se forma tras la explosión, sino una oportunidad de desarrollo económico a las artesanas que expenden sus productos.
Los lahares son aún un riesgo, pero el impacto es menor desde la modificación del puente de la carretea de Achoma.
Conferencia. Del 4 al 6 de noviembre, 19 vulcanólogos estarán en la conferencia estrategias para la prevención y mitigación del riesgo.