La Semana Santa culminó con imágenes similares y hasta peores que, antes de la pandemia del Coronavirus.
Si antes, la Plaza Mayor de Ayacucho, era conocida como un bar por todos los visitantes, lo visto el jueves, viernes y sobretodo el sábado y la madrugada del domingo, reafirma que, quienes llegan a la ciudad de las Treinta y Tres Iglesias, es para embriagarse, hasta convertir los portales, veredas y pistas en letrinas públicas.
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El propio monseñor Salvador Piñeira, en su mensaje, criticó está actitud en el que, también participaron ciudadanos ayacuchanos, tras dos años de encierro por la pandemia del Covid-19.
“El próximo año no recibo turistas, recibo peregrinos que quieran rezar, que vengan a cuidar nuestra ciudad” señaló muy mortificado por todo lo que ocurrió en esta Semana Santa.
INCONTROLABLE. Tal y como se sospechaba, antes de las actividades religiosas, la presencia de personas y visitantes se tornó incontrolable, principalmente, en la Plaza Mayor de Ayacucho, donde no los serenos y policías, pudieron hacer algo para poner orden, tal y como garantizó el propio alcalde de Huamanga, Yuri Gutiérrez.
Precisamente, el personal de seguridad ciudadana y PNP fueron otro de los testigos de los actos bochornosos, principalmente, el Sábado de Gloria.
Lo peor, vino después, cuando la cuadrilla de limpieza tuvo que dejar limpio el perímetro del centro de la ciudad a fin de no dejar un mal aspecto que, lamentablemente ya quedó grabado en la mente e imágenes que circulan en las redes sociales.
Inclusive, se vieron obsenas, con mujeres que, se quitaron sus prendas para festejar de manera desenfrenada, a vista y paciencia de jóvenes que, en años anteriores harán lo mismo, convirtiendo está actividad en un círculo vicioso.