“Mañana, cuando yo me vaya, tus ojos llorarán por mí. Mañana cuando yo me vaya, tus ojos llorarán por mí”, canta “Lina” mientras camina al colegio por los cerros de la subcuenca del Río Loco. “Llorarás gotas de sangre por el amor que hemos tenido. Llorarás gotas de sangre por el amor que hemos tenido”, continúa “Lina” para su grupo de amigas que no para de reír, pese al crudo clima serrano y a la densa neblina que ha cubierto toda la trocha. “Quiero ser profesora, pero me gusta más cantar. Me imagino en un escenario frente a muchas personas”, cuenta la adolescente de 14 años.
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Desayuno andino
Un té de muña con papas es el desayuno que suelen tomar los estudiantes antes de dirigirse al colegio. “Lina” sale del caserío de Pampacancha, anexo Turmoc, a las diez de la mañana y la caminata le toma 2 horas hasta su colegio Jesús de Nazareth, en el centro poblado de Pisha, distrito de Pamparomás en la región Áncash.
A paso firme camina el grupo de amigas cerca del abismo a más de 3400 metros de altura y murmuran en quechua. “Lina” lleva un pantalón negro. El polvo en sus ropas es inevitable, pero eso no impide que entone una de sus canciones favoritas.
“Mi gran sueño es convertirme en cantante profesional”, dice.
Camino duro
“A veces nos dan ganas de dormir (por la falta de alimento) y otras veces sí traemos comida, pero comemos en el camino porque los otros alumnos se burlan de nuestra papa y máchica (de almuerzo)”, explica “Lina”.
Pero nada de eso amilana a la adolescente, quien espera culminar el colegio para convertirse en profesora y en la cantante que tanto anhela para deleitar a sus paisanas y paisanos del Río Loco y de otras partes del país.
El grupo de amigas se hace más grande cada vez que cruza por otros caseríos. Ellas descansan unos minutos sentadas sobre una roca al filo de la quebrada, con una vista hermosa de la subcuenca del Río Loco que ahora pinta de verde por las lluvias que todavía caen en esa parte de Áncash.
Ahora, “Jessi”, de Pampacancha, se une para seguir su rutina diaria de 3 horas de caminata (ida y retorno), con dirección al colegio.
“Me levanto a las cuatro de la mañana y hago mis cosas en la casa como dar de comer a mis animales y recoger pasto para los cuyes. Solo desayunamos para ir al colegio. Ya estamos acostumbrados”, remarca “Jessi”, de 13 años, quien anhela convertirse en enfermera. Algunas chicas del grupo de amigas visten sus trajes multicolores y sobre la espalda llevan su lliclla para cargar sus cuadernos.
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Cruda realidad
La Institución Educativa Jesús de Nazareth cuenta con 230 estudiantes y el 30 % vive en caseríos muy alejados que obliga a largas caminatas. El programa estatal Qali Warma solo entrega raciones de alimentos para los alumnos del nivel primaria, mientras que los estudiantes de secundaria que viven en zonas bien distantes deben esperar hasta la noche, cuando regresan a casa, para alimentarse luego de la extensa caminata.
“Vienen sin desayuno ni almuerzo y eso nos lleva a situaciones nostálgicas al ver a estudiantes que se desvanecen en plena clase. Estudiantes que no tienen las mismas condiciones de aprender”, menciona el director, Roberth Alegre Saavedra.
Llamado a Qali Warma
El docente incluso sostiene que han solicitado que Qali Warma provea de alimentos para los alumnos; sin embargo, todavía no han tenido una respuesta.
“Primero nos dijeron que no puede distribuirse alimentos para los alumnos de secundaria porque no hacemos la jornada de educación completa. Aunque en una nueva solicitud (hace pocas semanas) nos han mencionado que puede ser factible por el tema de lejanía de los estudiantes”, añade Saavedra.
Una ironía en esta historia es que mientras el Estado todavía no puede atender ni alimentar bien a los estudiantes del colegio Jesús de Nazareth, el mismo Estado actualmente ejecuta la reconstrucción total de la institución educativa con una inversión de casi 10 millones de soles. Los alumnos tendrán colegio nuevo, pero seguirán con el estómago vacío.
Ya es hora de salida y los alumnos deben regresar a sus casas.
“Acaso para que me quieras, te puse puñal el pecho. Acaso para que me quieras, te puse pucha en el pecho”, repite “Lina” para hacer más ameno el retorno a Pampacancha para descansar y mañana continuar con la rutina de la caminata de 2 horas, pero con el sueño intacto de convertirse en cantante.