Francisco Oliveira más conocido por su nombre artístico como el payaso Tiririca es un político brasileño. En el 2010, Tiririca no tuvo mejor idea que poner como su slogan de campaña electoral: “¿Quieren saber cuál es el trabajo de un diputado? Si me votan después les cuento”.
La figura del “outsider” político se ha convertido en un fenómeno en el ámbito político latinoamericano y mundial. A lo largo de los años, varios personajes carismáticos, excéntricos e inesperados han irrumpido en el escenario político, logrando cautivar a un electorado que parece cansado de los políticos. Desde Tiririca en Brasil hasta Javier Milei en Argentina, pasando por Donald Trump en Estados Unidos, los electores buscan figuras que rompan el molde y ofrezcan una alternativa.
En Perú, el fenómeno no es nuevo. En 1990, Alberto Fujimori sorprendió al país al ganarle a Mario Vargas Llosa, un intelectual respetado y, en teoría, el favorito de las élites. Años después, Pedro Castillo, con su sombrero y su mensaje rural, representó una opción alternativa.
Los “outsiders” despiertan esperanza en un electorado que busca cambios, aunque a veces esta esperanza se convierte en decepción cuando los resultados no cumplen con las expectativas.
La creciente desconfianza hacia las élites políticas se alimenta del desencanto hacia los políticos, percibidos como corruptos e incapaces de resolver los problemas. La llegada de figuras como Trump o Milei, aunque desde contextos políticos y sociales distintos, responde a una tendencia de rechazo hacia lo ya conocido y un deseo de renovar la política con caras nuevas.
A medida que se acercan las elecciones de 2026 en Perú, surgen especulaciones sobre quién podría ser el próximo “outsider”. ¿Podría ser Carlos Álvarez, el comediante que hace pocas semanas criticó al alcalde de Huancayo en un video que se volvió viral en TikTok? En un país donde el descrédito hacia la clase política tradicional es cada vez mayor, la aparición de figuras como Álvarez podría no ser tan descabellada.
¿Habrá un outsider en el 2026? Todo apunta a que sí, pero también debemos preguntarnos si estamos dispuestos a apostar nuevamente por alguien fuera del sistema.