Guerra de naranjas en Churubamba, carnaval del Tinkuy/ Foto: Difusión
Guerra de naranjas en Churubamba, carnaval del Tinkuy/ Foto: Difusión

y la Comisión Bicentenario del Gobierno Regional de , conmemoró la Rebelión de Huánuco de 1812, uno de los movimientos de protesta regional más importantes en el Perú en el proceso independentista, que cumplió 210 años el 22 de febrero.

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A propósito de esta importante fecha, la , organizó una ceremonia en la capilla y el puente Huayopampa. “En este sitio histórico recordamos a los hijos indígenas de Huánuco que ofrendaron su vida y su lucha para acabar con el abuso virreinal. Está capilla, fue el crisol que fundió el espíritu libertario de los corazones de huanuqueños, panatahuas y huamalianos que se sublevaron soñando con una patria libre. Aquella rebelión que nació el 22 de febrero de 1812, sembró el sueño de la libertad en muchos pueblos del Perú, para que nueve años después, en 1821 se proclame la independencia nacional. Recordemos que la rebelión del grito pillcomasicuna es la segunda revolución campesina después de Túpac Amaru II y la primera que forjó la junta del gobierno separatista en el virreinato peruano, de ahí la importancia de esta rebelión indígena”, sostuvo el alcalde Luis Villavicencio.

Miles de indígenas invaden la ciudad del Rey Castel

“La provincia, aunque pequeña, está toda en insurrección”, informaba Alfonso Mejorada, subdelegado del partido de Panatahuas, al Intendente de Tarma, sobre la movilización de miles de indígenas de las doctrinas alrededor de Huánuco en febrero de 1812. Así es como las autoridades huanuqueñas informaron sobre el inicio de una de las rebeliones que estallaron en los inicios del proceso de independencia, informa el diario El Comercio.

El 22 de febrero de 1812, miles de indígenas que habitaban los alrededores de Huánuco, dirigidos por sus alcaldes, invadieron la ciudad en nombre del “Rey Castel”. Las autoridades, presas del pánico por la intención de los indígenas de “acabar con todo europeo” –como narra Mejorada– abandonaron la ciudad, dejándola a merced de las masas, quienes realizaron saqueos e incluso profanaciones a lugares religiosos. A los pocos días, se formó una Junta de y un ejército. Con el transcurrir de los días, el movimiento se fue extendiendo a las provincias vecinas y se fue radicalizando.

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En aquel entonces Huánuco pertenecía a la intendencia de Tarma. La provincia se caracterizaba por una alta concentración de población indígena y española. Era una región que producía tabaco, coca y naranjas, productos que eran comercializados a otras regiones y el exterior. Con las Reformas Borbónicas, el control del comercio pasó a los peninsulares en detrimento de los criollos, mestizos e indios, provocando el descontento de estos.

El virrey Abascal envió al ejército para sofocar la rebelión, enfrentándose a los rebeldes en Ambo, el 18 de marzo. La derrota de los insurgentes le permitió a José González de Prada, Intendente de Tarma, ingresar a Huánuco sin resistencia alguna. Los líderes de la rebelión fueron perseguidos y ajusticiados.

Fue una rebelión indígena

La figura identificada con la rebelión fue Juan Crespo y Castillo, criollo huanuqueño, empresario agrícola y minero, regidor y síndico procurador, que fue elegido jefe de la Junta a inicios de marzo. Es común encontrarnos con información que señala que él lideró desde un inicio la rebelión, por ejemplo, Evaristo San Cristóbal, en la edición de la revista Mundial por el centenario de la independencia, señalaba que Crespo y Castillo “se pone frente a las indiadas que a su llamamiento acuden en partidas numerosas”.

Pero gracias a la labor que emprendió Ella Dunbar Temple en recopilar documentos sobre la rebelión, que se vio plasmada en cinco volúmenes de “La Revolución de Huánuco, Panatahuas y Huamalíes”, parte de la Colección Documental de la , tenemos acceso a fuentes que nos revelan el protagonismo de la población indígena frente a interpretaciones anteriores que la subordinaban al liderazgo criollo, y el papel de personajes como los curas Marcos Duran Martel y Mariano Aspiazu, criollos como Domingo Berrospi, alcalde de indios como José Contreras y Norberto Haro, y mestizos como José Rodríguez, alcalde de Huamalíes.

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En esta línea, trabajos como el del Luis Miguel Glave señala que la rebelión fue impulsada por los indígenas, quienes tomaron conocimiento de los decretos que promulgaban las Cortes de Cádiz que los declaraba jurídicamente iguales que los españoles y eliminaba el tributo. Joëlle Chassin, por su parte, destaca el papel de los alcaldes de indios en la invasión de Huánuco, obligando a la élite criolla huanuqueña a llegar a acuerdos frente a las autoridades peninsulares. Marissa Bazán resalta el papel de la difusión de rumores y pasquines que llegaron a Huánuco informando de los sucesos en el Alto Perú. Eso explica la presencia del “Inca Castel” como figura movilizadora de la rebelión, que hacía referencia al líder porteño Juan José Castelli y sus proclamas a favor de los derechos indígenas.

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