La Navidad no siempre se ilumina entre centros comerciales ni vitrinas espectaculares. A veces, se enciende en silencio, en lo más alto de la sierra huanuqueña. Son más de dos horas y media de viaje desde la ciudad, entre curvas interminables, neblina espesa y un frío persistente. El camino conduce hasta Huiyan, una pequeña comunidad del distrito de Umari, en la provincia de Pachitea.

En este lugar, la Navidad había pasado siempre de largo, hasta que los periodistas Yulia, Arelia Luna Japan, Patricia Santillán Mullisaca y Dan Arista Ruíz decidieron cambiar —aunque sea por un día— esa realidad. No llevaron grandes presupuestos ni campañas ostentosas; entregaron algo mucho más valioso: tiempo, voluntad y un corazón dispuesto a compartir.

Huiyan una comunidad dedicada principalmente a la agricultura. Su escuela, la Institución Educativa N.° 32624, fue intervenida por última vez en el año 2013. Desde entonces, las paredes y techos han envejecido en silencio, como si el tiempo avanzara más rápido que las promesas. Aquí, los niños crecen entre cuadernos gastados, campos de cultivo y sueños que muchas veces parecen escritos en borrador.

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Antes de los regalos y del chocolate, llegaron los juegos. Las colegas periodistas dejaron por un momento el micrófono y la cámara para convertirse también en niñas. El patio de la escuela se llenó de risas, gritos de emoción y carreras improvisadas. Por unas horas, la noticia no se escribió en papeles ni titulares; se escribió en cada sonrisa.

Luego llegó el momento más esperado: el chocolate caliente que reconforta el cuerpo y el panetón que endulza la mañana. Para muchos puede parecer un detalle pequeño; para ellos, será un recuerdo guardado por años.

La magia de la Navidad se hizo visible cuando comenzaron a entregarse los regalos. Cada juguete, cada obsequio sencillo, fue mucho más que un objeto: fue una caricia al alma, un mensaje claro de “no están solos” en medio de las montañas. En esas sonrisas tímidas y en esos ojos brillantes también se dibuja el futuro de Huiyan: futuras autoridades, maestros y líderes que hoy, por primera vez, sintieron que alguien llegó hasta su comunidad para pensar en ellos.

La Navidad de los niños de Huiyan deja una lección clara: cada sonrisa es una crónica viva de esperanza; cada mirada, un recordatorio de que el verdadero espíritu navideño no se escribe en discursos, sino en gestos. Cuando el corazón se moviliza, la noticia es la esperanza.

Historias como la de Huiyan recuerdan que, muchas veces, la noticia más importante no es la que genera polémica, sino la que siembra esperanza. Que esta Navidad sea también una oportunidad para mirar hacia quienes más lo necesitan.