La poesía es la expresión del alma de las cosas. Nuestra vida, limitada y efímera, encuentra en el quehacer poético la posibilidad de hacer que las cosas cotidianas adquieran transcendencia. Para Ilan Stavans, la poesía es el conducto a través del cual sabemos que estamos vivos. En el poemario “Se arreglan huesos” de Yosset Bermejo, en el sujeto lírico acontece la tristeza de lo cotidiano, el malestar de sentirse reiteradamente triste; “Estoy triste de nuevo / y de nuevo triste / y nuevamente triste / quiero saber si repitiéndomelo / me aburriré de estarlo”. Esta sensación, tan humana como la ficción, se eterniza; ya no es un vestigio, ahora la entendemos como nuestra cada vez que la experiencia sensorial de lo triste nos atraviesa. Para crear poesía no basta con que las palabras se impregnen armoniosamente sobre el papel; es necesario que este -deslumbrado por la imagen, la metáfora, la rima y el ritmo- quiera cobijarlas.
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El poemario “Se arreglan huesos” está divido en cuatro segmentos. El primero se titula ‘Datos del paciente’ y evidencia la necesidad que tiene el poeta de nominalizarse a través del sujeto lírico. El recuento de la niñez y la declaración del oficio poético son características significativas de esta primera parte. Pienso que lo más resaltante del segundo segmento titulado ‘De contusiones leves’ es la preocupación de la voz poética por la construcción de lo cotidiano como el espacio en el que habita la humanidad. En el poema Un joven albañil, por ejemplo, el acto sagrado de amar es comparado con la actividad física y cotidiana de un albañil; “Un joven albañil / como cualquier otro / acaba de hacerle el amor / sin amar / a una muchacha / y en su sencillez / ha llegado a la conclusión que / al terminar de enlucir /una pared / se siente lo mismo”. De acuerdo con esto último, el placer sexual es, al fin y al cabo, tan común y terrenal como el acto consumado de cualquier oficio.
‘De fracturas (con herida expuesta)’ es el nombre del tercer segmento del poemario y se caracteriza por el desprendimiento que sufren las cosas o la necesidad que tienen de hacerlo. Así como una mariposa halla la transcendencia al momento de abandonar su estado, así también el poeta consuma su alteralidad cuando se desprende de sí mismo y, arrojado a su cama, piensa en las mentiras que se acomodan en su pecho. El último segmento se titula ‘Diario de convalecencia’ y es, desde mi perspectiva, el más logrado. Aquí se manifiesta la terrenalidad del sujeto lírico y su preocupación por el destino de las personas que ama. María Zambrano señala que “el poeta vive según la carne y, más aún, dentro de ella”. La carne en la que habita el poeta es la familia; la piel que lo hiere y lo lastima al decirle que algún día ya no podrá protegerla. De este segmento sobresale el poema Este es mi poema de por si acaso; este texto nos hace pensar ineludiblemente en el ejercicio de autoficción que se inmiscuye en la lírica.
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El amor es un acto de voluntad, un acto de elección. No estamos obligados a amar; elegimos hacerlo. En el poema Todos son anormales, el sujeto lírico materializa esta concepción del amar como intención cuando coloca ante los ojos del lector distintas representaciones de lo cotidiano; “todos son anormales / ante el amor / y eso es normal / lo anormal es ver a dos viejitos / abrazados / en una banca del seguro / en silencio / esperando su turno”. En la imagen propuesta los dos ancianos son capaces de transcender la experiencia del amor como cuidado e incorporan el respeto, el compromiso y la confianza lo cual caracteriza a la elección amatoria. Esta visión poética, sin embargo, no es esperanzadora; pues, al final, el sujeto lírico -vencido por el discurso posmoderno- reconoce el sinsentido de llegar recién a la vejez para entender la anormalidad del amor.
Para Miguel Ángel Zapata la poesía es la duda, el tiempo, la congoja y el acertijo que nos define como humanidad. En los poemas de “Se arreglan huesos” el arte poética es, además, el conjunto de ensoñaciones que los seres humanos comenzamos a comprender desde el momento en que reconocemos nuestra mortalidad; “cuando echado / en la cama / bocabajo / dejo al descubierto los pies / al aire / no significa nada / aunque puede entenderse / que me gusta caminar / libre / en mis sueños”. A mi entender, la poesía de Yosset Bermejo es esa vela que prendemos constantemente a pesar de que el viento la apague; a pesar de que inevitablemente el tiempo la consumirá.