Escritor presentó reedición de su novela “Abril rojo” este fin de semana en Trujillo.
Escritor presentó reedición de su novela “Abril rojo” este fin de semana en Trujillo.

El escritor Santiago Roncagliolo ha reeditado su novela “Abril rojo” (Seix Barral, 2022), ganadora del Premio Alfaguara 2006, y para difundirla se ha embarcado en una gira nacional donde ha visitado las ciudades de Lima, Ayacucho y Trujillo, pero durante mayo llegará también a Arequipa, Cuzco e Ica. Por ello hoy a las 5 p.m. se presentará en la librería Crisol del Mall Aventura.

“Abril rojo” es protagonizada por Félix Chacaltana, un burócrata insufrible que regresa de Lima a su Ayacucho natal. Allí se verá envuelto en una extraña investigación de asesinatos perpetrados durante la Semana Santa. Ambientada en el turbulento contexto de las elecciones del año 2000, esta novela ha servido a su autor para difundir el horror de la guerra interna peruana en tierras europeas.

¿Consideras que estos dos años de pandemia han afectado el desarrollo de la cultura y la promoción del libro?

La cultura de escenarios sí, pero en realidad la Literatura y los medios audiovisuales no, más bien han crecido porque al final las historias del cine, la televisión y la Literatura han sido durante estos dos años la única manera de poder ver algo más que la pared de enfrente. Yo recuerdo mucho cuando empecé a leer en la Lima de los ochentas, cuando vivíamos encerrados por los coche-bombas y apagones y los libros me daban un escape y una ventana al mundo.

¿Qué tipo de libros leía Santiago Roncagliolo durante los años del conflicto armado interno: fantasía o realidad?

Provengo de una familia muy lectora. Entonces a los ocho años mi padre dijo que ya estaba bien de leer “tonterías con dibujitos” y que ya era hora de leer una novela de verdad. Para ello me llevó a la librería, mas no encontré nada que me pudiese gustar salvo uno que tenía en la portada un tiburón persiguiendo a una calata y yo dije: “ese quiero”. Era “Tiburón”, novela de Peter Benchley.

A partir de allí, comencé a leer literatura popular, como los libros de Agatha Christie, pero tras leerla tanto, mi madre me dijo que “ya estaba bien de leer tanta chatarra y que debía leer un autor de verdad” y me dio “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” de Gabriel García Márquez. Recuerdo no haber entendido nada. Sin embargo, a partir de allí mezclé entre mis lecturas la alta cultura con la cultura popular o de masas y nunca hice una diferencia entra ambas porque de ambas alimento mis libros.

Me gusta la efectividad de la cultura popular, que no puedas soltar la novela, pero que a la vez no sea solo un entretenimiento, sino que escarbe y profundice en aspectos oscuros de las personas, países y sociedades.

¿Consideras que “Abril rojo”, tras obtener el premio Alfagurara 2006, ¿consolidó la temática del conflicto armado interno entre lo “premiable” y “publicable” en la Literatura peruana?

“Abril rojo” aparece en un momento interesante, pues un año antes Alonso Cueto también había ganado el Premio Herralde con “La hora azul”. Pero si lees las novelas anteriores como “Lituma en los Andes” de Mario Vargas Llosa o “Rosa Cuchillo” de Oscar Colchado Lucio son novelas “de parte”. Por ejemplo, Lituma asume que los policías son “buena gente” y que están perdidos en un mundo de barbarie. Y con “Rosa Cuchillo” ocurre todo lo contrario. Por ello yo diría que la diferencia con “La hora azul” o “Abril rojo”, escritas como 10 o 15 años después, es que ya no aparecieron bajo la presión de la guerra y más bien coincidieron con la salida del Informe final de la CVR. Con ello empieza un momento de consciencia sobre que nunca hubo un “bueno” contra un “malo”, sino que hubo “dos malos” y tanto el Estado como Sendero habían sido bastante atroces. Por ello era muy difícil resolver la ambigüedad moral de lo que habíamos vivido.

En tal sentido, esta gira ha sido pensada en un público que no solo no vivió la guerra, sino que nació incluso después de la aparición de “Abril rojo”; y lo que me doy cuenta es que para los más jóvenes esta es ya una historia muy lejana. Sin embargo, lo fascinante es que pese a ser un libro que aborda problemas del pasado tiene mucho del presente. Esto es un sistema de crisis política que se ve desbordado por dos extremos cada vez más violentos. Es la descripción del fiscal Chacaltana, pero también lo que vemos hoy en los diarios cada mañana. Entonces, la historia hace con los libros cosas que sus autores no podemos controlar. La historia nos lleva por caminos insospechados.

¿Qué respondes a los críticos que afirmaron que “Abril rojo” había “frivolizado” un tema tan delicado para el Perú al mezclarlo con el género policial?

En realidad, jamás me gustó la idea de que un libro deba ser insoportable para ser serio, pues me parece una idea elitista y que ha contribuido mucho a que se lea lo poco que se lee en el país. A que la gente sienta que los libros son lejanos y nada tienen que ver con su vida. Esa me parece una idea dañina. Yo estoy muy orgulloso que muchos jóvenes conozcan su historia a través de mis libros.

Por otro lado, la Literatura latinoamericana siempre ha bebido de la cultura popular. Rulfo es un escritor de fantasmas. “Aura” de Carlos Fuentes es una historia de terror. García Márquez escribía melodramas y defendía este estilo. Y en la actualidad escritoras desde Mariana Enríquez y Samanta Schweblin, en Argentina, hasta Guadalupe Nettel, en México, toman del gótico, del terror; y en sus obras nunca se ha hecho una distinción entre la cultura popular y la alta cultura. En todo caso, la diferencia abismal entre ambas tiene más que ver con el esnobismo de quien lee que con los libros publicados.

¿Consideras que en Perú los críticos siempre han despreciado la literatura de género por el “esnobismo” de confundir durante muchos años a la Literatura con política, historia o antropología?

En los países hispanos leer ha sido históricamente una manera de formar parte de una élite, pero esto no se limita a Perú, sino que es un fenómeno bastante hispano. Por ello me gusta mucho la literatura anglosajona que produce autores populares de gran calidad como Stephen King, a quien le ha tomado medio siglo ser valorado, pero recién ahora la crítica y los premios empiezan a admitir que siempre fue un gran escritor. Sin embargo, lo que siempre me gustó de King es que no estaba interesado en serlo, más bien se burlaba y se definía a sí mismo como el “McDonalds” de la Literatura. Yo siempre leí y escribí por el placer de viajar a otro universo, de convertirme en otras personas, de ser más de lo que la vida me ofrecía. Nunca me ha interesado ser considerado más listo que nadie.

Ya que mencionaste a Mariana Enríquez o Stephen King, tú también has publicado una compilación de tus cuentos de terror titulada “Cuentos embrujados” (Bizarro, 2017), ¿te consideras un autor de este género?

La mayoría fueron cuentos escritos por encargo para colegios, pero me encantó porque son mi pequeño homenaje al género del terror. Sin embargo, en mis novelas siempre he jugado mucho con el thriller, el noir, la novela criminal y también el terror.

¿Qué películas veía Santiago Roncagliolo para haber escrito estos cuentos de terror?

Cuando era adolescente nuestra vida era una película de terror, podías morir por salir a la calle, había toque de queda y te sumías en la oscuridad de los apagones. Ese clima aparece en mi novela “La noche de los alfileres” (Alfaguara, 2016), que también es un homenaje a todo ese cine que salvó mi vida de la depresión por permanecer encerrado en un cuarto. Para mí “La hora macabra” o el cine de Alfred Hitchcock se parecían más a mi vida que la Literatura latinoamericana que era exótica, festiva y multicultural, pero no representaba lo que yo vivía, que tenía más que ver con el terror y la posibilidad de morir en cualquier momento. Por eso nunca hice una gran diferencia entre alta cultura y cultura popular. Para mí ambas me daban experiencias diferentes y yo quería vivirlas todas.

Hace poco, en una entrevista comentaste que Roberto Bolaño ha sido una gran influencia para tu obra, en especial por sus novelas “La estrella distante” y “Nocturno de Chile”, ¿consideras que es Bolaño la influencia actual más notoria para la mayoría de narradores latinoamericanos?

Acabo de leer el ensayo de Carlos Granés, “Delirio americano: Una historia cultural y política de América Latina”, que aborda la historia del poder y la política en la literatura latinoamericana del siglo XX y una de las cosas que dice Granés es que “Bolaño introduce lo siniestro en la Literatura latinoamericana”, pero no es tanto lo que abre sino lo que cierra, porque hasta ese momento teníamos al escritor político pero también típico autor rebelde de los noventas, aquel de “McOndo”, que aborda más la experiencia personal de la clase media y el impacto en los jóvenes de la cultura popular; lo que hace Bolaño al final del siglo XX es unir ambos. De ahí que cuenta una historia de poetas locos y torturadores y las fuerzas políticas en Chile, o el México de las matanzas en la novela “Amuleto”, y para eso usa la cultura popular, de detectives y actrices porno. Yo recién ahora me estoy dando cuenta de lo mucho que aprendí con sus libros: que se podía unir la cultura popular con los grandes temas de la cultura latinoamericana.

Y hablando de autores que mezclan Literatura y política, ¿consideras que el hecho de que Mario Vargas Llosa haya apoyado a Keiko Fujimori la pasada campaña electoral fue como la “caída” de un ídolo para su generación?

Yo creo que hay una tendencia en la derecha internacional a pensar que por la polarización estamos condenados a un tipo de autoritarismo. Vargas Llosa cree que al menos el de derecha luego se va. Aunque no estoy tan seguro de que funcione así, pero es su punto de vista. Creo que lo considera el mal menor. Yo considero que nuestro problema no es ni siquiera entre la izquierda y la derecha. La clase política es penosa en ambos extremos y es un fracaso de nosotros como ciudadanos que estas sean las personas que nos gobiernen. Esto solo lo podemos cambiar nosotros. Una democracia no funciona porque escojas a la persona correcta, funciona porque toda la sociedad está involucrada en su funcionamiento. Lo que pasa es que vamos cambiando cada semana de presidente para ver si alguno nos salva a todos y eso no va a ocurrir.

Entonces, ¿cuál es el papel del escritor frente a esta crisis en Perú? ¿Crees que sigue siendo importante la voz del intelectual como lo fue hace muchas décadas atrás?

Tal y como están las cosas, yo me he hecho esta pregunta muchísimas veces. No creo que debería ser un tipo que le dice a la gente por quién debería votar. Me siento extraño en ese papel. Pero tal y como están las cosas y el nivel, el solo hecho de llevar libros a la gente, de hacer que discutan, reflexionen, imaginen y se acerquen al conocimiento es algo muy importante. Quizá serviría para que dejemos de elegir políticos que piensan que leer da Alzheimer o que confunden Ucrania con Croacia. Parte del problema es que tenemos que leer más y llevar los libros a la gente, como en esta gira por Ayacucho, Trujillo, Cuzco, Arequipa e Ica. Con ello ya se está haciendo muchísimo para intentar mejorar las cosas. Por lo menos es lo que tiene sentido que yo haga.