Podríamos empezar por huir de esa atmósfera propia de guerra civil. No, no estamos en pelea contra nosotros mismos. Y entonces hay que poner las cosas en contexto.
Podríamos empezar por huir de esa atmósfera propia de guerra civil. No, no estamos en pelea contra nosotros mismos. Y entonces hay que poner las cosas en contexto.

Señores y señoras, aprovecho estas fiestas para llamar a la reflexión. No a una reflexión de paporreta, de esas que son los lugares comunes en fechas como estas. La reflexión que pido es en torno al país y suy social. Podríamos empezar por huir de esa atmósfera propia de guerra civil. No, no estamos en pelea contra nosotros mismos. Y entonces hay que poner las cosas en contexto.

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Señores y señoras, no todo es blanco y negro. Hay matices y la verdad no es patrimonio de un solo bando.

Sí, Castillo cometió actos de presunta corrupción y al parecer lo hizo desde el primer día que pisó Palacio.

Sí, una derecha clasista e irracional nunca quiso dejarlo gobernar y lo despreció como se des-precia a los cholos que no consideran sus iguales.

Sí, Castillo fue un golpista; fallido, pero igual golpista que quiso tomar el sistema de justicia, además de cerrar el Congreso.

Sí, siempre hubo un grupo de políticos y empresarios que quería sacarlo de la presidencia no tanto por ser sospechoso de corrupción (si otras veces se codearon felices con otros corrup-tos), sino porque quería recuperar el poder de manejar los negocios derivados del Estado.

Sí, Castillo y los suyos se dedicaron a alimentar más las divisiones y las contradicciones entre peruanos durante sus giras por el interior del país.

Sí, hay gente con poder, líderes de opinión que hacen mutis con las muertes de estos días de protestas y hasta dicen ¡bien hecho! en privado y/o en público.

Sí, hay gente que increíblemente aún defiende a Castillo pese a todas las evidencias y a su intentona golpista e ilegal.

Sí, hay gente que miserablemente pide más balas y sangre contra nuestros propios compatriotas, a quienes terruquean indiscriminadamente.

Y así podríamos seguir. No estamos en una guerra civil, aunque algunos se sientan así o sientan un desprecio irracional hacia otros peruanos. Se puede aceptar verdades distintas inde-pendientemente del color político o la ideología o la procedencia. Hay que parar con esa ceguera propia de fanáticos afiebrados.

Si no paramos esta situación de incontenible beligerancia, nos va a seguir destruyendo como país. ¿Es eso acaso lo que queremos?