En los cuentos de Luis Alejandro, la vida del personaje literario no tiene nada de extraordinario; por el contrario, es un ser tan especial como su creador o como los lectores que se acercan a él en una nueva experiencia de lectura.
En los cuentos de Luis Alejandro, la vida del personaje literario no tiene nada de extraordinario; por el contrario, es un ser tan especial como su creador o como los lectores que se acercan a él en una nueva experiencia de lectura.

Justo a unos días de su presentación oficial, la pandemia lo arrebató de nuestros ojos y de nuestras manos. Sin embargo, SIEMPRE FUIMOS HUÉRFANOS, el primer libro de cuentos del joven escritor trujillano Luis Alejandro Zavaleta García (o Luis Alejandro García) libró su propia batalla y emergió entre la bruma para estremecernos con sus historias y personajes.

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Una niña se dirige a la oficina del director para recibir las reprimendas que este le tiene preparadas. Más tarde, la autoridad del colegio le indica cómo debe comportarse una niña; sobre todo, le recalca que debe decir la verdad, tal como le han enseñado; “dime la verdad, Violeta. No enseñamos a mentir en este colegio. Tus amiguitos no se han mordido a sí mismos. No han llorado por gusto”.

En la voz del director es evidente la condena, pues -sin terminar de escuchar ambas versiones- ya sabe quién es la culpable y quiénes son las víctimas. La niña, sin embargo, insiste en decir su verdad; aquella que es tan simple, necesaria y difícil de entender. Pero el sistema patriarcal, además de rechazar su versión, también la condena. Al final, Violeta llora de cólera, frustración e impotencia; sabe que su director no le cree; “también mi mamá dice que las mujeres no debemos dejarnos golpear —respondió y bajó el rostro, parecía derrotada. Las lágrimas eran el resultado de su cólera.”

En la lectura total del relato, los lectores advertimos -además- situaciones que nos interpelan, pero que lastimosamente son una constante. La escena anterior pertenece al cuento Dónde dices que te pegaron. En este texto se presenta un escenario de apariencia cotidiana, pero con un final que ‘sin decirse’ comenzamos a lamentar.

En el cuento Un tipo distraído, H (el protagonista) vive al acecho de un par de asesinos que en cualquier momento pueden irrumpir en su habitación. La atmósfera del relato, sin embargo, no genera tensión ni en el lector ni en los demás personajes; más bien, se asume que el asesinato debe ocurrir en cualquier momento, sin que nadie se sorprenda. H es un ser marginal y olvidado; probablemente a nadie le interese que viva un día más. Lo único de especial en este personaje es no tener nada de especial.

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El cuento tiene una clara referencia a Los asesinos de Hemingway; sin embargo, Zavaleta García no construye a su personaje desde la indiferencia y el absurdo, sino más bien desde su condición de disidente, estado que él mismo reconoce. Pero no solo H puebla este universo triste y desolado de “Siempre fuimos huérfanos”; a través de sus páginas el lector conocerá a distintos personajes que dentro de su marginalidad evidencian una realidad que los ha olvidado.

En los cuentos de Luis Alejandro, la vida del personaje literario no tiene nada de extraordinario; por el contrario, es un ser tan especial como su creador o como los lectores que se acercan a él en una nueva experiencia de lectura. El personaje de ficción pasa por un sinnúmero de contratiempos que lo obligan constantemente a elegir; incluso cuando se niega a hacerlo.

Esta perspectiva se valida con el relato Una época pasada. Vicente, el protagonista, no sabe qué hacer con una maleta que encontró de repente durante la madrugada. Él está pasando por momentos difíciles, circunstancias que lo podrían caracterizar muy bien como un marginal, un ser olvidado como tantos otros que son ‘los de abajo’. El contenido de la maleta podría ser la solución a sus problemas; pero también (aunque parezca improbable), su desdicha. Al final de la historia el contenido encerrado sorprende a más de uno; no hay nada fantástico en el equipaje, por el contrario, lo que encontramos es algo tan cotidiano y común que ni en las múltiples posibilidades del azar podría estar ahí.

En Siempre fuimos huérfanos se aborda, además, la problemática en torno a la violencia de género. El tratamiento de esta temática, sin embargo, no es directa ni explícita, sino más bien se construye de forma insospechada, como una débil presencia que se impregna en la atmósfera de cada relato y, a partir de allí, adquiere la fuerza necesaria para asalta subrepticiamente a cada uno de los personajes.

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En Dos hombres conversan, por ejemplo, Luis Alejandro García presenta el diálogo de dos hombres que -entre tantos temas de conversación- recrean una escena de violación en la que ellos fueron los responsables; «el primer sujeto desató las piernas de la muchacha; el segundo se bajó el pantalón. Ella lloraba hasta el cansancio, hasta que se le acabaron las lágrimas, pero no el martirio». Esta parte del relato se da en tercera persona, pero la historia no transcurre totalmente así; cuando el narrador pretende revelar detalles, de repente entra el diálogo de los dos hombres:

Siempre fuimos huérfanos tiene un total de diecisiete historias, todas ellas con una atmósfera gris que envuelve a sus marginales personajes: seres borrados por una sociedad cruel e indolente; una realidad indiferente al dolor del otro y que prefiere dejarlos de lado, ‘a su suerte’. Luis Alejandro García, con este libro, intenta que no los olvidemos.

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