Pequeños reptiles se cruzan zigzagueantes delante de nosotros mientras avanzamos. Su forma sinuosa y colores, se mimetizan con los de la arena del desierto. La numerosa presencia de lagartijas (Dicrodon guttulatum), indica que caminamos en un espacio natural poco intervenido.Estamos a unos pocos kilómetros de “El Tabanco”. El cielo despejado y sin ráfagas de viento, anuncia que el día será caluroso.
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Buscamos conocer a una población, que a pesar de las carencias, se resiste a volver al peligro de la inundación, de la cual escaparon.
El recuerdo de ver sus casas, ganado, enseres arrasados por el río aún causa dolor.
Nuevo Santa Rosa es uno de los pocos asentamientos de desplazados, (106 familias) que decidieron establecerse aquí a pesar de los ventarrones, del sol, y del olvido de las autoridades. Siete años después de las inundaciones dejadas por el Niño Costero, en la costa norte del Perú, los más frágiles siguen pagando las consecuencias de una pésima gestión del riesgo de desastres.
LOS MÁS AFECTADOS
El 27 de marzo del 2017, más de tres mil personas de Cura Mori (Piura-Perú) fueron reubicadas en el desierto. La idea era reasentar a esta población en un lugar seguro, lejos del peligro de la inundación. Se empezaría a construir una nueva ciudad desde cero. Pero lo cierto es que en estos siete años, el Estado no ha podido hacerlos dueños de la tierra que ocupan, no ha cubierto las brechas sociales básicas para asegurar su bienestar, y cortar el ciclo de la eterna emergencia.
El traslado de damnificados incluía a decenas de mujeres que en ese momento, se encontraban con más de 34 semanas de gestación. Madres con sus niños recién nacidos, ancianos y personas discapacitadas. A pesar del impacto emocional (shock) de perder sus medios de vida, del trauma que generó el desborde, no se dieron condiciones especiales para ellas, no. El traslado empezó la noche del 26 de marzo y fue caótico. La privacidad y seguridad de sus hogares, desapareció con la inundación.
La lluvia no dio tregua. La respuesta ante la emergencia se desbordó, e inevitablemente la falta de carpas, hizo que en cada una de ellas, ingresen dos o tres familias.
LA INSTITUCIÓN EDUCATIVA
La escuelita del lugar acoge actualmente (abril de 2024) a 69 niños de nivel inicial, ellos nacieron, unos días y semanas después del desborde del 27 de marzo de 2017.
Han pasado siete años desde ese lamentable suceso. Y siete años tienen ahora los menores. A diferencia de otros niños, sus primeros pasos, los han dado sobre el suelo suelto y seco del desierto. Las plantas de sus pies, se han hecho resistentes. Por las tardes corren sobre la arena tibia. El mundo desde su mirada inocente, no es un lugar tan malo. La institución educativa N°1078, recibe a niños más grandes que proceden de otros pueblos de desplazados, pero que ven en Nuevo Santa Rosa, la única posibilidad de educación para sus hijos, y de acceso al agua para sobrevivir. Hay 124 estudiantes de primaria y 18 de primero de secundaria. El resto de grados de secundaria, se deben estudiar en Cura Mori.
Según indica el director del colegio Manuel Jiménez, no es posible desarrollar ningún tipo de mejora e inversión pública, sin que antes se transfiera legalmente el terreno de la Corporación Kejeda al Ministerio de Educación. Para José Yovera, miembro de la Apamafa, la Dirección Regional de Educación de Piura y la empresa deben realizar el trámite para que el terreno pase a manos del Estado, y se puedan realizar las mejoras correspondientes.
Durante el día, las aulas de metal se vuelven extremadamente calurosas, lo cual no solo no contribuye con el proceso de aprendizaje, sino que no les resguarda de la alta exposición solar. Durante el recreo, la situación empeora, pues no cuentan con un techo en el cual refugiarse. A pesar de haber nacido en el desierto y estar acostumbrados al clima caliente, los estragos de la exposición al sol, se evidencia: “Son morenitos, pero todos presentan manchitas blancas en los brazos y el rostro, eso es debido al sol.
“Creo que ellos merecen conocer que hay una mejor forma de vivir, un patio con techo, un parque donde puedan seguir viviendo su infancia de manera sana”, indica Victoria (32) madre de familia.
En un pueblo sin energía eléctrica, la conexión digital es un lujo que aquí no existe. Eso explica porque ellos, a pesar de vivir en tiempos de I.A. ellos no son nativos digitales.
AGUA Y ENERGÍA
Durante el 2023 se perforó un pozo y se hicieron pruebas hidráulicas con resultados positivos. Según indica Felipe Adanaqué (49), se ha encontrado agua a 180 metros, sin embargo hace falta implementar una caseta para su operación, y un aspecto muy importante: la energía eléctrica. Con ello se podría dotar de servicio permanente de agua potable, a los 8 pueblos cercanos que actualmente, se abastecen en Nuevo Santa Rosa. Además del agua, se podría después de 7 años, contar con alumbrado público y energía, generando así mejores condiciones de vida para más de 100 familias reasentadas.
El Estado a través de la Municipalidad Provincial de Piura, Gobierno Regional y Ministerio de Educación, tienen el deber de garantizar condiciones de vida digna para esta población que espera en el desierto.