Tras lograr el cartel de localidades agotadas para su concierto del próximo 29 de junio en el Coliseo Dibós, Los Kjarkas no tuvieron que pensarlo mucho para abrir otra fecha para el 30, arrollador éxito de público que reafirma su total vigencia sobre los escenarios. “Alguna gente dice que ya no jalamos, que nuestra música es casi del pasado, que ya no se acomoda a estos tiempos, y hasta dicen que debemos desaparecer, pero los hechos hablan. Ya estamos en el año 53 del grupo, en siete años cumplimos 60, más de medio siglo de carrera”, dice Gonzalo Hermosa, fundador de Los Kjarkas; agrupación que en sus dos presentaciones en Lima estará junto a sus herederos musicales: “Chila Jatun”, banda que incluye a sus hijos y sobrinos.
¿Hay alguna fórmula para la vigencia?
Siento que confluyen una cosa sencilla y una cosa compleja al mismo tiempo, la sencilla; es que nosotros le hemos puesto a la música andina calidez, sinceridad y ternura. Y lo complejo es que, no sé cómo hemos llegado a trascender, el género humano aquí y en cualquier parte del mundo es el mismo, está pasando por lo mismo, sienten temor, compasión, tristeza, pánico y siente amor fundamentalmente. Nuestras canciones vienen a ocupar un espacio en ellos.
Otro privilegio de ustedes es que trascienden las generaciones, los escuchan desde abuelos a nietos. Es verdad, yo creo que el gran secreto de los Kjarkas es haber llegado con sinceridad. La música de los abuelos es la base de la música de los Kjarkas, es la música de nuestros antepasados, de los incas, que nos han dejado un montón de ritmos, instrumentos, formas musicales, formas de entonar, de bailar, de enamorar y tantas otras cosas.
Ustedes son las muestra que la buena música permanece, sigue vigente, a pesar de las modas. Sí, eso es lo que buscamos siempre, hacer nuestras canciones procurando ponerle a la música la parte política, la social y la visión del amor Preguntarnos cuál es la visión del cosmos y de la tierra, cuál es el propósito de Dios cuando nos hizo llegar al mundo, todo ser tiene un por qué.
Una canción debe servir para, además de alegrarnos el espíritu, también que nos haga pensar. Y que se reflexione cuando se está escuchando un tema, esa es la parte que no quisiera que se pierda en una canción. Una canción para mí, es la melodía, la música, más el poema, el poema debe impresionar a uno, debe crear un sentimiento bastante fuerte.
En tiempos de música urbana y reguetón, la belleza de una buena letra se deja extrañar.
La banalidad y la superficialidad, están primando en las canciones actuales, y hace que el hombre no sea un ser pensante, ni de sentimientos, porque a través de los sentimientos se pueden hacer muchas cosas. Cuando tu madre hace un pan, le pone tanto amor porque dice; esto lo van a saborear mis hijos, ese sentimiento y cariño hace que uno coma el mejor pan del mundo.
En los dos próximos conciertos en Lima, Los Kjarkas compartirán el escenario con Chila Jatun, jóvenes músicos de la familia que llevan la carrera a su modo. A mí me encanta, lo que no me hubiese gustado es que mi sobrino y mi hijo, que están cantando allí, se metieran al rock y canten en inglés, aunque no entendieran nada. .No me hubiera gustado tampoco eso de hacer crecer sus melenas, o ponerse argollas en la lengua, qué se yo, ni poses diferentes que no nos representa a millones, y gracias a Dios, que abrazaron la misma música, y eso es muy bueno.
Chila Jatun hace lo suyo, no pretendió seguir el estilo de Los Kjarkas.
Claro, ellos tienen su propio estilo, su forma de ver, porque los Kjarkas hemos hecho una cosa que es importante, acomodar las canciones antiguas, los ritmos antiguos al tiempo en el que nos tocó vivir. Y lo hemos hecho así, por eso es que somos los indomables, los incorregibles, siempre hemos procurado darle la contra el viento y no a favor, tampoco nos hemos tirado al suelo para dejarnos llevar, eso nunca.