Los cuentos de "Quien golpea primero golpea dos veces" (Campo Letrado, 2019), de J. J. Maldonado, se alejan de la comodidad, el lugar común, para entregar una propuesta arriesgada, que invita a la pelea con las creencias, el horror, lo espeluznante de la existencia.

Conversamos con el escritor peruano sobre literatura y riesgo, las dos caras de una misma moneda.

Uno de los epígrafes de tu libro es una cita de Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. ¿Cuánto has trabajado ese aspecto?

Quería que el lenguaje tomara conciencia al momento de aparecer en el texto: que sea un personaje o una trama más. En ese sentido, pienso mucho en lo que decía Piglia de las dos historias dentro de una historia de un cuento. Pero quería ir más allá de eso, yéndome a los autores que leo: Joyce, Faulkner, McCarthy. Ellos te cuentan otra historia pero no la que refiere Piglia, sino la de cómo se está construyendo el texto.

¿La literatura puede ser solo forma o tú buscas historias potentes?

No me gustaría leer una simple historia. Me gusta el tema de la construcción, de la técnica, cómo el lenguaje puede ser parte de lo que se cuenta. La unión de las dos cosas, algo difícil, es lo que quería lograr .

Y tus temas van por la dirección de tu cita de O’Connor: “Sin infierno no hay dignidad”...

Me interesa el tema de las pesadillas, de lo que puede tener el ser humano más allá del lado bonito. Se dice mucho que lo monstruoso, espeluznante, tiene un lado estético. Yo no pienso así. Está en nosotros, enquistado hasta en la persona más santa. No es un tema que me agrade, precisamente por eso lo escribí.

¿Entiendes la literatura como una forma de perturbar al lector?

No sé. Cuando escribo, no pienso tanto en el lector ni en el editor ni en mí. Escribo lo que está perturbándome, aunque no me guste. Es un poco sádico. Si me gusta lo que estoy escribiendo, no sigo. Pero si me da molestia, dificultad, me pongo a pelear con él, a dar o recibir los golpes. Me gusta ese riesgo.

Hay referencias al nazismo, la religión, Japón. ¿Cuánto te documentaste?

No he visitado Japón, pero tengo mucha influencia porque mis padres han vivido 10 años ahí. Me gusta mucho la cultura japonesa, sus ficciones, los anime. Y mi familia es de una religión protestante, casi todos. Me he contaminado de pequeño con eso. Me han hecho leer la Biblia de una manera absurda (risas). La he leído tres veces en mi vida.

¿Y tu familia qué dice sobre estos textos?

Mi primer libro es un tanto violento, de niños, adolescentes que están en pleno descubrimiento sexual. Y mi mamá, que es muy religiosa y siempre dice: “vamos a la iglesia”, se quedó pasmada cuando lo leyó. “¿Qué es esto? ¿Cómo he criado a mi hijo?”. Tengo pastores, un abuelo líder de una iglesia. Yo era la oveja media negra que se escapaba. Respeto lo que hacen. Soy creyente, pero no con esa inocencia, sino con ciertos filtros. No sé cómo tomarán el libro, espero que bien y que entiendan que es una cuestión literaria; también ataco a cierto fanatismo.

No es burla sino crítica...

Sí, y no es lo que yo pienso. Uno no escribe lo que realmente piensa, sino lo que piensan sus personajes. Va por ahí y espero que me perdonen.

Y en esta exploración, ¿qué cosas nuevas has entendido?

Que el escritor tiene la posibilidad de no quedarse en su zona de confort narrativa, sino que puede ir un poco más allá, tratar de luchar con el lenguaje, con las formas. El riesgo de querer o tratar de hacer algo más allá.

¿Se está tomando ese riesgo en la literatura peruana actual?

Leo muy poca literatura peruana pero he estado revisando algunos libros. Me gusta mucho el de Cristian Briceño (“Todo es demasiado”), hasta ahora el mejor libro de cuentos del año, y el de Luis Palomino (“Nadie nos extrañará”). He leído cuentos de escritores jóvenes, la propuesta está interesante, rompiendo con la de autores mayores de 35 o 40 años, que tienen una visión más personal, exploración del yo; lo que está bien, es su estética. Estos autores emergentes arriesgan. Aunque no seamos amigos, hay coincidencias: el riesgo formal, abrir nuevas vetas, explorar otras cosas, no tanto nuestro ombligo.

Perfil

J.J. Maldonado

Autor peruano. Nació en Lima en 1990. Periodista. Bajo el seudónimo de Joe Iljimae publicó el libro de cuentos “Los Buguis”. En 2015, ganó el concurso de relatos “Narrador Joven del Perú” de la Fundación Marco Antonio Corcuera.