La presencia del rockero estadounidense, Lenny Kravitz, este ocho de diciembre en el Arena 1 de San Miguel, se constituye en la apuesta artística con la que cierra el año Jorge Ferrand, empresario de la industria del entretenimiento que no le ha puesto límites a su oficio, y menos, ha pensado en el retiro. “Me acuerdo que siempre decía: el día que traiga a Sting me retiro y lo traje a Lima en el 2014. Ya había contratado antes a McCartney, Elton John, Deep Purple, había producido montones de cosas, pero finalmente no cumplí la promesa y aquí me tienes todavía, a mis 70 años”, dice Ferrand.
Para mantenerse vital y lúcido hay que seguir haciendo lo que a uno le gusta. Sí, pero cada día es más difícil, la verdad este negocio ha cambiado, yo empecé hace 45 años, y me metí de la mano de Armando Manzanero. Hasta el año 84, estaba manejando solamente locales de música y traía artistas de Estados Unidos de jazz, y también trabajaba con los artistas nacionales del momento; la verdad, en esa época que yo empecé había muchos códigos que hoy ya no existen.
¿Cuáles son esos códigos que hoy no se respetan?
Hoy prima mucho más el dinero que la experiencia. Además, se está pagando sumas ridículas por algunos artistas y hay gente de mal vivir que está metida en el negocio, está lavando mucho dinero en el mercado. Por suerte, sigue existiendo también gente seria con la que puedes competir de igual a igual, como fue en una época cuando yo competía directamente con el gran empresario Jorge Fernández, y al final terminamos siendo socios.
¿Cómo eliges a los artistas que deseas presentar, qué características deben reunir? La verdad que ese es un gusto que me ha dado la vida, yo nunca traje a un artista que no quise, afortunadamente todavía no me toca trabajar con alguien del reguetón, hasta ahora digo, porque nunca se sabe. Mientras tanto, he podido mantenerme trayendo a los artistas que me gustan, lo que no quiere decir que siempre me vaya bien.
El nicho de la música urbana ya está cubierto, el público necesita otras opciones.
Hoy los jóvenes adoran el trap, el rap, el reguetón y se llenan los conciertos, me imagino que los empresarios que los trabajan se deben llenar de plata, hasta ahora yo no he cedido a eso, he tratado de mantenerme en una línea, que es la que a mí me gusta. Ahora estoy con Lenny Kravitz que se presenta este domingo, y en marzo le hago la despedida a Sabina, allí vamos con algunos proyectos a futuro interesantes pero son cada día más difíciles. Costó mucho traer a Lenny Kravitz, tuve una competencia furibunda de gente que hablaba y decía cosas que no eran.
¿Una súper estrella como Kravitz es exigente con sus pedidos?
Kravitz es exageradamente profesional en todo lo que pide, tanto en el escenario como detrás. Es muy exigente con el hotel donde se va a quedar, y en el que se va a alojar su gente, es muy exigente con las comidas y el catering que pide porque le gustan las cosas orgánicas, naturales, frescas.
Todas estas grandes figuras se manejan al mismo nivel. No hay un artista que no sea así, hoy todo se ha convertido en algo cada vez más complicado. Ahora las movilidades que te piden para trasladarlos son más impactantes, antes íbamos con una Van a recoger a un artista al aeropuerto y estaba feliz. Este mundo ha cambiado.
Producir un espectáculo también se puede convertir en un albur, ¿se puede estar seguro si un show funcionará? No, eso es pura percepción, eso es de alguna manera lo que siempre me preguntan. Tuve fracasos estrepitosos como triunfos gloriosos. Por ejemplo, me fue recontra mal con Ricky Martín, cuando lo traje en la época de La Copa de la Vida, recuerdas cuando hizo la música para el mundial de fútbol, fue un desastre. Los artistas van, vienen, crecen, suben, cada mercado es totalmente distinto, hay artistas que en unos mercados son gigantescos, y en otros no, y es natural, ahí está la percepción de cada uno de poderlo ver, y tratar de equivocarte lo menos posible.