Patricio Escala (Foto: Jessica Vicente)
Patricio Escala (Foto: Jessica Vicente)

Un poco de historia para quienes recién empiezan su vida escolar. A través de la animación, Patricio Escala explica una forma de acercar al público a la reflexión sobre la sociedad. El productor del “Historia de un oso”, estuvo en Lima como parte de la sexta edición de “Mi Primer Festival” y conversó con Diario Correo sobre los horizontes de este arte.

Hoy la tecnología y la animación clásica aún necesitan puentes que deben formarse. ¿Cómo crear una mejor comunicación?

“Gumball”, una serie de Cartoon Network, mezclan elementos 3D con fotografía, y otros de stop motion. En este mundo, los personajes son dibujados a mano y de forma digital. Eso es lo que está pasando actualmente. Uno tiene la posibilidad de utilizar todas las técnicas a su favor para la historia que tiene que contar.

¿Depende la propuesta estética para el público al que se enfoca?

Hay dos cosas que uno tiene que diferenciar, creo. Una tiene que ver con la propuesta de los artistas dentro del estudio, como sus convicciones estéticas. Por otro lado, llevar aquello al público objetivo. Uno puede jugar un poco más y estandarizar sus elementos.

El espacio de animación en Latinoamérica, ¿continúa estando dirigido al público infantil o se ha expandido?

Creo que hay algunas películas que se están ampliando en público. Se han hecho experimentos como “Homeless”, que es para adultos. Por lo general, pasa que el cine, como estamos acostumbrados en el mundo, pasa a ser familiar.

Te pregunto esto porque, en “Historia de un oso”, plantean un relato sobre la dictadura en Chile, pero para un público familiar. ¿Cómo lograr este giro?

Lo interesante del corto es que se cuenta como una fábula. Un niño que lo ve, entiende que hay oso que lo separan de su familia y que solo quiere volver con ellos. Es emocionante, triste y hace que se ponen en la situación. Quizá el niño no entienda qué es el exilio. Algunos adultos pensaron que el cuento es de maltrato animal; es una segunda lectura. Creo que la forma que Gabriel Osorio (director) buscó contar esta historia, es la que nos logra hacer entender ese sentimiento detrás de una situación extrema. Es una historia simple, pero con mucha emotividad que rompe con las barreras.

¿Se reivindica el mensaje del corto por la situación actual de Chile?

A veces la gente dice “otra vez una película sobre dictadura”, pero en el fondo tiene que ver con lo que vivimos ahora. Si nosotros no somos capaces de resguardar nuestra memoria, vamos a seguir cometiendo los mismos errores. Al final, cuando queremos hablar de memoria, no es para abrir una herida, sino para sanarla.