En la avenida La Mar se encuentran un sinfín de restaurantes, conceptos de todo tipo que van desde cevicherías y cocina japonesa, hasta alta cocina. Lo que nació como Statera (balance en latín) del joven cocinero Andre Patsias, abrió sus puertas a fines del 2018 buscando ser un restaurante de alta cocina con mucha técnica y una constante exploración de nuestros insumos y biodiversidad.

Pero como a muchos, la pandemia cambió los planes, y hubo que replantear varias cosas. Primero se volvió un espacio vegano, llamado Plant Food + Wine que funcionó por un tiempo, pero desde hace unos meses decidieron retomar el nombre original y dar paso a un concepto más relajado en el mismo espacio, donde la arcilla, la pata de mula y el pez andino han dado paso a platos más familiares para el comensal como pulpo a la brasa, pesto criollo o ravioles de choclo.

Todo sucede en el mismo espacio, y al público de la zona parece gustarle está opción más cercana, el salón a tope lo confirma.

La trayectoria del joven cocinero no es desconocida, Patsias ha pasado por renombradas cocinas como la de Noma en Dinamarca, Quique Dacosta en España, Astrid y Gastón y también en Central, donde era parte del área de investigación y desarrollo; y aunque le hubiera gustado seguir explorando el mundo de la alta gastronomía, el Statera de hoy se ha replanteado para llegar a la escena gastronómica local, donde los menús degustación han dado paso a experiencias más cortas y menos costosas y se busca brindar vivencias auténticas y confortables, con coctelería de punta, buen ambiente y una atención impecable.

En esta nueva carta, Patsias conecta con sus experiencias anteriores, combina algunas técnicas y platos del Statera original, sigue atendiendo con varias opciones a la comunidad vegana de Plant Food + Wine y que el cocinero no quiere dejar de lado, y une sus experiencias bajo el concepto Bistró.

La Carta.  Visitamos el local hace unas semanas y confirmamos lo descrito líneas atrás. Statera Bistro ofrece hoy una cocina más madura, sólida y equilibrada, donde los sabores de siempre se sienten de principio a fin, y el toque de Patsias está siempre presente, como en el Tuna Tonnato, servido con palta, alcaparras, salsa tonnato y crujiente arroz.

Continuamos con las croquetas de jamón, crujientes por fuera y suaves por dentro; y el tiradito reggiano lleva cortes de sashimi blanco, crema de parmesano, leche de tigre y crocante de camarón. En las entradas resulta magnífica la stracciatella casera acompañada de duraznos a la leña, aceite de oliva y peperoncino; y las mollejas de ternera con textura de arracacha y demiglace de cacao son ya un imperdible de la casa. Hay una buena propuesta de pastas, algunas más elaboradas que otras como los spaghetti  y panceta ibérica o los ñoquis biancos al tartufo.

Entre los fondos destacan el fideuá de camarones cocido al horno de barro, y el arroz bomba con pulpo, langostino, ñora y alioli. Terminamos la visita con un postre que incluye distintas texturas de cacao, butterscotch de leche de cabra y se baña con un chorro de aceite oliva. Sabores familiares, y cocina de mercado, elaborada con productos de cercanía muy bien ejecutados.