Hace un año, la sede principal del Carnaval de Río estaba repleta de cuerpos manchados de purpurina que se movían al ritmo de la samba. En tiempos sin coronavirus, las famosas escuelas de samba estarían ultimando los preparativos para sus desfiles y las calles estarían tomadas por cortejos musicales y clima de fiesta. Pero este año el espíritu del ‘Rey Momo’ deberá aguardar para reinar.
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Hildemar Diniz, un compositor y aficionado al carnaval conocido como Monarco, señaló a The New York Times: “Hay una gran tristeza, pero es fundamental salvar vidas. A la gente le encanta ir de fiesta, bailar, pero este año no lo haremos”.
El espíritu del carnaval se mantiene vivo gracias a los eventos en línea producidos por los grupos que realizaban tradicionalmente los espectáculos callejeros. En tanto, Daniel Soranz, el secretario de Salud de Río de Janeiro, manifestó que la tristeza de no celebrar el carnaval se siente en la ciudad.
Marcilia Lopes, de 85 años, quien es integrante de la escuela de samba de Portela y que durante años no se ha perdido un carnaval, indicó al diario estadounidense que durante el último año ha tenido miedo de contraer el virus y que por ello no ha querido salir de su casa. Pese a extrañar su amado carnaval, manifiesta que será fuerte para soportar una temporada sin él. “Estoy en paz. Mucha gente está sufriendo”, dijo.
The New York Time asegura que los funcionarios de Río de Janeiro esperaban poder celebrar el carnaval a fines de este año, si los casos disminuían a medida que comenzaban a inmunizarse a los ciudadanos. Sin embargo, ese panorama parece improbable debido al suministro limitado de vacunas de Brasil, lo que obligó a Río de Janeiro a detener su campaña de vacunas esta semana porque se quedó sin dosis. .
En la “apertura simbólica”, el grupo homenajeó a las más de 236.000 víctimas de la pandemia de COVID-19 y entonó a capela varios clásicos del carnaval, mientras dos mujeres vestidas de blanco y turbantes “purificaban” el ambiente con ramos de hierbas.
Entre los temas, el famoso “Samba, agoniza mas nao morre” (Samba, agoniza pero no muere), del compositor Nelson Sargento, quien a sus 96 años y en silla de ruedas participó del acto, semanas después de haber recibido la primera dosis de la vacuna contra el covid.
Es la tercera vez en la historia que las autoridades suspenden el carnaval en Brasil: en 1892 fue aplazado por un decreto gubernamental y en 1912 por un duelo oficial. Pero los decretos no impidieron las celebraciones en las fechas tradicionales y hubo entonces en esos años dos carnavales.
Cifras en aumento
En 2021, en plena segunda ola de la pandemia, con un promedio de más de 1.000 muertes por día y con la vacunación aún incipiente, Brasil se vio obligado a cancelar la fiesta más popular del país, que el año pasado atrajo a casi 2 millones de turistas y movió 4.000 millones de reales (unos 750 millones de dólares) solo en Río de Janeiro.
Hasta el jueves, Brasil había sobrepasado los 10 millones de casos de COVID-19 pendiente de la llegada de más vacunas y en medio de la polémica generada por denuncias de fraude en la inoculación del antígeno que están siendo investigadas por la policía.
Es uno de los países más azotados del mundo por la pandemia junto con Estados Unidos e India, alcanzó los 243.457 muertos y los 10.030.626 casos acumulados desde que se registró el primer contagio, hace casi un año.
Con una media diaria de mil muertos por día, el gigante latinoamericano atraviesa uno de los momentos más críticos de la segunda ola de la pandemia.
La crisis sanitaria podría recrudecerse todavía más ante la suspensión del proceso de inmunización en diversas ciudades de Brasil debido a la falta de dosis de la vacuna anticovid cuando tan solo ha sido inmunizado poco más del 2% de la población.
El Gobierno del presidente Jair Bolsonaro, por su parte, ha prometido a los estados y municipios la distribución de 230,7 millones de dosis de vacunas hasta julio de este año.