Casa abandonada dentro de la zona de exclusión en Okuma, prefectura de Fukushima, una zona declarada zona de exclusión después del desastre nuclear de 2011. (Foto: Philip Fong / AFP)
Casa abandonada dentro de la zona de exclusión en Okuma, prefectura de Fukushima, una zona declarada zona de exclusión después del desastre nuclear de 2011. (Foto: Philip Fong / AFP)

Hace diez años, Japón sufrió una catastrófica tragedia. Un de magnitud 9, con epicentro a 130 kilómetros de la costa de la ciudad de Sendai, sacudió la isla durante 3 minutos, desatando un de 15 metros de altura, que a su vez embistió la planta de energía nuclear Daiichi.

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Mientras el tsunami inundó un área de 560 kilómetros cuadrados dejando alrededor de 19.000 personas muertas, la planta nuclear se convertía en una bomba de tiempo.

El agua del mar inundó los generadores que mantenían la planta refrigerada y con ello dejaron de funcionar. Esto causó que los reactores se sobrecalentaran y se produjeran tres fuertes explosiones.

Zona de difícil retorno

Más de 160.000 personas en un radio de 20 km alrededor de la planta se vieron obligadas a abandonar sus hogares y huir del material radiactivo que se liberó después de la explosión. A la fecha, unas 40.000 no han regresado.

Los lugares abandonados se convirtieron en pueblos fantasma, creando un paisaje desconcertante en donde el tiempo parece detenido, en medio de las construcciones ruinosas, la vegetación y los animales salvajes contaminados de radiación.

El tsunami inundó las planta nuclear de Fukushima.  (Foto: Kazuhiro NOGI / AFP).
El tsunami inundó las planta nuclear de Fukushima. (Foto: Kazuhiro NOGI / AFP).

Hoy, el gobierno de Japón mantiene un área de 360 kilómetros cuadrados, conocidos como la “zona de difícil retorno”, pues a las personas no se les permite regresar debido al riesgo que representa la radiación.

Asimismo, en diez municipios donde se han levantado las órdenes de evacuación tras el accidente, solo ha regresado el 26,8% de la población, según le dice a BBC Mundo, Yasunori Igarashi, investigador en el Departamento de Radioactividad Ambiental en la Universidad de Fukushima.

Por otro lado, este 25 de marzo, Japón tiene planeado iniciar el recorrido de la llama de los Juegos Olímpicos que en 2020 fueron pospuestos debido a la pandemia de coronavirus.

Como símbolo de recuperación, la antorcha iniciará su recorrido en la prefectura de Fukushima, pasando por pueblos como Tomioka, Futaba, Namie y Okuma, donde el gobierno ha invertido millonarios esfuerzos por atraer residentes, pero a donde pocas personas han vuelto.

 Muestra suelo contaminado en bolsas negras en Okuma, prefectura de Fukushima, de una zona declarada zona de exclusión después del desastre nuclear de 2011. (Foto: AFP / Philip FONG)
Muestra suelo contaminado en bolsas negras en Okuma, prefectura de Fukushima, de una zona declarada zona de exclusión después del desastre nuclear de 2011. (Foto: AFP / Philip FONG)

Energía renovable

Fukushima se ha convertido en un prometedor epicentro para la generación de energía renovable con varias plantas solares y eólicas.

Y aún continua el esfuerzo del gobierno por revitalizar la región y convencer a que más personas regresen a las áreas que han ido habilitando dentro de la zona de difícil retorno. El reto más difícil es recuperar la confianza de los japoneses en la energía nuclear.

El gobierno y las empresas de servicios públicos siguen diciendo que la energía nuclear es la fuente de energía más barata, pero la gente ya no confía en ella”, dice Tatsu Suzuki, ingeniero nuclear y profesor en la Universidad de Nagasaki, citado en un reportaje de la cadena NPR.

El futuro

En la prefectura de Fukushima hay varios centros donde la gente recibe educación acerca de la radiación y los materiales radioactivos.

Como investigador imparcial, te puedo asegurar que esos centros no están dedicados a la propaganda, sino a enfatizar la seguridad respecto a los materiales radioactivos”, dice Igarashi a la BBC.

Asimismo, el investigador comentó que la descontaminación de la planta de Fukushima puede tomar décadas, entre 30 y 50 años; sin embargo, está seguro de que con el tiempo la cantidad de material tóxico se reducirá. “Creo que no podemos esperar cambios dramáticos en los próximos años”, dice Igarashi

Azby Brown, investigador de Zafecast, una iniciativa dedicada a medir los niveles de radioactividad en varias partes del mundo, le dice a BBC Mundo, que entre las personas que han regresado a la zona, desarrollaron agricultura de alta tecnología, con sensores y procesos automatizados.

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