Vestida con un traje verde bordado de lentejuelas, la bailarina de vientre rusa, Anastasia Biserova, balancea sus caderas en un salón de bodas del El Cairo, Egipto, junto a su estola de color rosa claro y al ritmo de las darbukas (tambores de copa), del violín y del sintetizador de una pequeña orquesta.
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Como muchas bailarinas extranjeras, Biserova ha logrado hacerse un nombre tras cuatro años en ese país. “Ningún país del mundo aprecia la danza del vientre como Egipto. Hay una tendencia creciente a invitar a bailarinas extranjeras a las bodas, discotecas u otros acontecimientos”, dice a la agencia AFP.
Cada vez hay menos bailarinas egipcias, por la mala reputación de esa práctica, considerada inmoral, y por la represión creciente de las autoridades. Además, con la pandemia por el nuevo coronavirus, el negocio de la danza se ha visto perjudicado.
Las restricciones sanitarias impuestas por el primer ministro de Egipto, Mostafá Madbuli, como la prohibición de grandes acontecimientos o el cierre de discotecas, supusieron un duro golpe para el sector.
Muchas bailarinas, sin embargo, mantuvieron el vínculo con su público divulgando en las redes sociales videos de actuaciones suyas grabados durante el confinamiento. En el video de Instagram publicado hace cinco semanas, Biserova difundió el baile que protagonizó en la boda de El Cairo.
Egipto aplica desde el miércoles 4 de noviembre una política de “tolerancia cero” para favorecer que los ciudadanos cumplan con las restricciones sanitarias: uso de mascarilla, distancia social, cierre de algunos espacios de trabajo, recomendación de no salir de casa, entre otros. También empezó a imponer multas que van desde 250 dólares, informó CNN.
Con más de 100 millones de habitantes, Egipto experimenta un golpe de 130 mil casos de contagios por COVID-19 y 7.309 muertes, según el registro de la Universidad de John Hopkins.
En Egipto, un país “bien conocido por sus prácticas autoritarias y el cierre del espacio político y cívico”, la pandemia simplemente ha ofrecido al presidente Abdel Fatah al Sisi una oportunidad para promulgar y aplicar normas represivas que consoliden las prácticas ya establecidas”, dice la investigadora Hasfa Halawa en un informe de los institutos de investigación Atlantic Council (Estados Unidos) y Ispi (Italia).
LA MIRADA DE LA SOCIEDAD
Para Lurdiana, una danzante del vientre de 30 años y estrella en las redes sociales, su arte no es apreciado, pues a menudo la consideran poco profesional. “Creen que no he tenido una buena educación y que lo único que hago es enseñar mi cuerpo para ganar dinero”, dijo a AFP.
Lo que la sociedad crítica no sabe es que esta danza árabe estuvo muy bien considerada a principios del siglo XX y que, además, las escenas de baile constituían un fotograma obligatorio en el cine de Egipto. Un hecho que inmortalizó en blanco y negro a bailarinas y actrices legendarias, como Tahia Carioca, Samia Gamal o Nagwa Fouad.
Por otro lado, Chaza Yehia, autora de un libro sobre la historia de la danza del vientre, opina que esta disciplina siempre ha estado vista como un pasatiempo que las mujeres “respetables” no practicarían nunca.
“Es una (percepción) reforzada por la cultura popular y por las películas, que presentaron a las bailarinas del vientre como seductoras, prostitutas o mujeres que rompen matrimonios”, explica la historiadora.
Egipto, un país cada día más conservador, ya no es el edén que fue en otro tiempo para las bailarinas. En el siglo XIX, era un ejercicio practicado por las mujeres para relajarse que se desarrolló de forma notoria, según explica Yehia.
Hoy, acusadas por las autoridades de “atentar contra el pudor” o “incitar al libertinaje”, varias danzantes del vientre, cantantes de pop e influencers fueron detenidas y procesadas en los últimos años por haber publicado videos de ellas bailando en las redes sociales.
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