Los países europeos enfebrecidos por recuperar sus excolonias, so pretexto de saldar deudas del pasado -al Perú los españoles le imputaron no pagar la deuda comprometida por la Capitulación de Ayacucho (1824)-, cruzaron el Atlántico en busca de reparaciones pendientes por las naciones de América. La Armada española Llegó hasta las costas del Pacífico Sur simulando una expedición científica, y se enfrentó, un día como hoy, hace 154 años, al frente de defensa cuatripartito peruano, chileno, boliviano y ecuatoriano. El escenario fue el Callao pero, lejos de lo que se pueda creer, no incluyó al pétreo Castillo del Real Felipe. “Internacionalmente, Maximiliano, se había proclamado emperador de México (1863), y en España, la reina Isabel, no cesaba en sus pretensiones de recuperar Santo Domingo (1861). Aunque parezca insólito, en nuestra región por esa época habían políticos e intelectuales con vocación conservadora que sostenían el fracaso del republicanismo -las guerras civiles y las pugnas por la tenencia del poder ocupó gran parte de las primeras décadas en la historia del Perú-, alentando el recuerdo de la fórmula del protectorado que deslizó el Libertador Don José de San Martín en 1821. Por la referida deuda que España nos señalaba -sabían de sobra de nuestra bonanza por el guano-, no fuimos reconocidos como Estado independiente por Madrid. lo cual se hizo visible en la ausencia de relaciones diplomáticas con la Madre Patria hasta 1879. En ese lapso, un ignominioso tratado, el Vivanco-Pareja (1865), originó cambios políticos internos, y el presidente Antonio Pezet tuvo que renunciar, y en su lugar fue encumbrado Manuel Ignacio Prado, que lo desconoció. La guerra la ganamos -José Gálvez fue inmortalizado- y después de la gesta de Ayacucho, fue la segunda victoria en favor de la soberanía del Perú y de los países del continente.