Las elecciones en el Perú han evolucionado hacia un panorama marcado por la fragmentación extrema y la efímera vida de los partidos políticos. En 1985, los grandes bloques tradicionales como el APRA, Izquierda Unida, Acción Popular y el PPC acaparaban el 97% del electorado. Sin embargo, apenas una década después, su representatividad se desplomó, logrando solo el 6% de los votos en 1995. Desde entonces, el sistema político ha derivado en una proliferación descontrolada de agrupaciones independientes y partidos pasajeros.
Los hitos de este cambio, como la sorprendente victoria de Ricardo Belmont en Lima en 1989 y el triunfo presidencial de Alberto Fujimori en 1990, marcaron el inicio de una tendencia en la que los movimientos políticos nacen y desaparecen con facilidad. El fujimorismo es un caso emblemático, representado por una serie de organizaciones que van desde Cambio 90 hasta Fuerza Popular, mostrando cómo las marcas políticas son constantemente reinventadas para responder a contextos específicos, más que a un proyecto ideológico sólido.
Si como sociedad es difícil unirnos y somos simplemente un conglomerado de 33 millones de personas, imagínense en la política. Aquí hay una estructura desquiciada en la que los peruanos tendremos 13 mil candidatos entre los que postulan a la presidencia, al Congreso y a los gobiernos subnacionales. Hay tantos por elegir, que tenemos menos posibilidades de votar mejor que años anteriores.
Por supuesto, habrá más aventureros en carrera, construyendo su propia organización política o sumándose a una ya constituida. Como decía Alberto Vergara en el libro ¿Por qué no hay partidos políticos en el Perú?: “La política peruana ha quedado reducida a su unidad más básica: el candidato rebuscando sitio para la elección de mañana. Como el ambulante que cada día busca una esquina donde ofrecer su mercancía”.
Los responsables son los congresistas que en los últimos años no han hecho las reformas necesarias para mejorar el sistema electoral. A ellos les conviene este caos. Como dice la frase: “A río revuelto ganancia de pescadores”. Como sus partidos no tienen posibilidades de lograr una gran votación, les alcanza con 9 ó 10 por ciento para pasar a segunda vuelta. Para ello necesitan dividir en mil pedazos la torta.