¿Acaso las generaciones actuales, formadas en su mayoría en las aulas universitarias, ignoran la teoría aristotélica del término medio? Teoría que debemos aplicar para alcanzar juicios equilibrados, discriminando por medio de la inteligencia, lo bueno de lo malo. Y esto se conquista siendo rigurosos en el estudio y compresión de la historia política contemporánea del Perú, sin apasionamientos que priven a la razón de sus luces. Los sesos en la disposición correcta, permiten reconocer luces y sombras en el exmandatario Fujimori. He aquí mi posición: “ni la crítica inmisericorde y la violencia verbal irracional, ni la exaltación desmedida”. El Perú vivía bajo el reinado del terror, la actividad subversiva de los sanguinarios senderistas trastornaba el orden interno y una severa crisis económica ensanchaba las desigualdades sociales, y hundía en la miseria material a los peruanos. Dice Kurt Weyland, profesor de la Universidas de Texas en un ensayo del año 2000 sobre Fujimori: “Al asumir en 1990, el nuevo gobierno enfrentó una hiperinflación galopante y a poderosos movimientos guerrilleros. Luego de unos años, estabilizó la economía y la violencia terrorista declinó”. Hay que recordar la barbarie en la que vivía el Perú. ¿Dónde, se pregunta el diplomático Francisco Tudela, está la matriz del antifujimorismo?: “En el fondo, es el odio a la destrucción del Estado socialista de la dictadura militar peruana”. Creemos que la obsesión monotemática antifujimorista descansa en el eficaz y oportuno desmantelamiento del socialismo estatista. Se logró modificar sustancialmente el sistema económico, ejecutando medidas correctivas para combatir la catástrofe social iniciada por Velasco Alvarado.

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