En el Perú ocurren situaciones que por algunas extrañas razones, suelen quedar en el misterio que más tarde da paso al olvido. Por ejemplo, hasta ahora los peruanos no sabemos quién y por qué acabó con la vida de la extrabajadora del Congreso, Andrea Vidal, señalada como parte de una red de prostitución en el Legislativo. Murió asesinada por sicarios en La Victoria.
Lo mismo ocurre con el deceso en un hotel de Nilo Burga, implicado en la trama de corrupción del programa Qali Warma, que incluye a funcionarios del gobierno de Dina Boluarte, y con la muerte de José Miguel Castro, quien fue encontrado con un corte en el cuello en el baño de su casa de Miraflores, poco antes del inicio del juicio contra la exalcaldesa Susana Villarán, una coimera confesa.
Castro conocía muy bien los detalles del cobro de coimas pagadas por empresas brasileñas, por parte de Villarán y su entorno para afrontar la revocatoria del 2013 y el intento de reelección en 2014.
Hace pocos días han disparado en Cañete contra el precandidato presidencial Rafael Belaunde, y de momento no hay indicios de quién puso estar detrás de ese ataque que pudo acabar con la vida del mencionado.
¿Dónde están el Ministerio Público y la Policía Nacional para esclarecer estos hechos con evidente carga “política”? ¿O es que hay gente interesada en que nada salga a la luz?




