“Yo sin planificarlo adquirí un compromiso con el Perú, compromiso que me llevó desde muy niña por un camino difícil pero fascinante, un compromiso que es vocación, y la vocación exige, acapara”. Alicia Maguiña resumía así, en pocas palabras, en la página 55 de su libro “Mi vida entre cantos”, lo que marcó el norte de su maravillosa existencia, que se apagó abrúptamente a los 81 años, dejándonos, a puertas del Bicentenario, sin una de las compositoras más importantes e influyentes del Perú. A una semana de su partida, hay  tiempo para recordarla, para señalar la razón de su grandeza, porque Alicia trascendió por  su brillante carrera de creadora, y además, por ser el  símbolo de la inclusión musical en un país que discrimina, que pone barreras, y ella  contestó a todo eso, no encasillándose en un solo género. La artista la tuvo clara desde pequeña,  sabía que el rumbo por el que quería transitar, no era el más despejado, pero decidió sacar la piedras del camino, una a una.  Enfrentó primero el prejuicio, que la quería ubicar como una señorita de buena familia que jugaba a ser cantante: pero nunca fue así. Cuando ella quiso interpretar valses, marineras, buscó a quienes los creaban e interpretaban con oficio y conocimiento para beber de la fuente. Así fue con los ritmos afroperuanos, recogiendo el legado de Nicomedes y Victoria Santa Cruz, o con Zenobio Dagha con la música del centro.   Su labor de investigadora iba  paralelo a la de la composición, por eso, se le sentía auténtica, porque cada vestuario, paso de baile, interpretación y lírica de sus temas estaba justificado. Alicia Maguiña fue dos veces presidenta de la Asociación Peruana de Autores y Compositores, y hasta ahora la única mujer en el cargo en la historia de la institución. En un mundo de hombres, ella tuvo que enfrentarse de igual a igual con sus colegas.  El ser frontal, franca y auténtica, le costó que muchos tuvieran una imagen distorsionada de ella, al considerarla altiva, fría y lejana, Todo lo contrario, en los últimos años , ella estaba en contacto con sus amigos de siempre y sobre todo con jóvenes intérpretes y músicos con los que hablaba de proyectos. Hoy que ya no está, queda proteger y difundir su legado, Alicia lo merece, porque Alicia es el Perú.