Así tituló Edward Snowden su artículo dos años después de sus graves denuncias sobre espionaje mundial. Palabras apropiadas para nuestra situación. Como anotó Alberto Vergara en el Times, se ha infundido tanto miedo en la sociedad que ahora nos vamos acercando al pánico. Y sabemos que con él perderemos toda racionalidad, dejaremos atrás los reflejos de la calma y la serenidad que tanto necesitamos para superar el hoyo sanitario y económico que nos amenaza. El suicidio acecha cuando la desconfianza y la inseguridad alcanzan extremos en el individuo y puede pasar también en el nivel colectivo. Llama la atención que los peruanos seguidores de ambos contendores se traten como enemigos y no como adversarios políticos. Hemos llegado a anunciar un desborde social que podría requerir la intervención de las FFAA para devolver la seguridad y el orden interno, noción que está haciendo su camino como solución posible en la mente de alguna gente, en especial entre los no convencidos. De la fragmentación de la primera vuelta con las votaciones diminutas de Castillo, 18,9% y Fujimori 13,4% hoy tenemos la polarización de todo el país aunque cada candidato solo tenga un tercio de los votos mientras un tercio está entre el ausentismo y los votos nulos, blancos o viciados. Dos tercios enfrentan con arrogancia y sin moderación al tercio no convencido. El terror financiero está en la locura por sacar dinero del país, en la fiebre por actualizar pasaportes, en la disparada del dólar que encarecerá todo, en la fragilidad de la Bolsa, en las colas en las embajadas, etc. Defender la democracia y sus valores, luchar por la gobernabilidad y la viabilidad política y económica del Perú exige un llamado a la unidad y la calma como lo ha hecho el almirante Jorge Montoya. A esperar los resultados, sin exageración y sobre todo sin violencia. Nada está decidido.

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