Cada 7 de junio, el Perú recuerda solemnemente las hazañas de un grupo reducido de soldados que entregaron sus vidas para defender la integridad de la patria en la batalla de Arica de 1880, en el marco de lo que la historiografía ha denominado Guerra del Pacífico. En esta fecha se revive el nombre de un hombre ejemplar, un hombre moralmente vigoroso, un hombre inmortal, un hombre de gran lealtad patriótica. Nos referimos a don Francisco Bolognesi, quién con 65 años de edad, quedó de comandante general de la plaza de Arica, siendo conductor de soldados peruanos en la fortificación del Morro de Arica. Días antes de la batalla, el 5 de junio, el mayor chileno Salvo, fue conducido hasta la casa donde habitaba Bolognesi al pie del morro, con el objeto de presentar su posición para favorecer la rendición de los peruanos. La anécdota que reproducimos a nuestra manera es contada por el historiador chileno Benjamín Vicuña y corroborada por el militar chileno Manuel Baquedano: “Salvo, llevando las órdenes de su superior, con el fin de evitar un inútil derramamiento de sangre, pide la rendición de la plaza a lo que Bolognesi responde: ¡Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho! El mismo día, la frase será aceptada en una junta de guerra convocada por Bolognesi, mostrando así la uniformidad de pareceres”. Qué admirable respuesta dada por Bolognesi, ¡brújula orientadora! A nuestros políticos y empresarios, al recordar la sentencia patriótica de Bolognesi, no les queda más que interiorizar el mandato de salir en defensa del Perú, no dañarlo con actos de corrupción ni ofenderlo, mostrando una imagen deprimente ante la comunidad internacional.