El opositor al régimen chavista Edmundo González Urrutia ya pisa suelo español mientras María Corina Machado asegura que la lucha del excandidato presidencial de Venezuela continuará desde afuera. En casa, Nicolás Maduro acaba de lograr su primer objetivo: desterrar a quien las calles proclamaron como su nuevo jefe de estado. ¿Qué pasará con los países que lo reconocieron como el legítimo ganador de las elecciones?
Los Estados Unidos había resaltado la agenda de los países que fustigaron al gobierno chavista, pero se necesita más que un entusiasmo encendido para que caiga Maduro y compañía. Por eso, con la sartén por el mango, utilizó a la fiscalía para perseguir y acorralar a González Urrutia, el alfil que daba batalla junto a Machado. Sin su presencia física en el tablero político, el objetivo de colocarlo en el sillón presidencial se complica.
Colombia y Brasil, antiguos aliados del chavismo, exigieron la muestra en público de las actas de votación venezolana, las mismas que ya pasado más de un mes aún no exhiben la supuesta legitimidad de los resultados que favorecen al oficialismo. Sin estos compadres protegiendo a Maduro, la izquierda se resquebraja en Sudamérica, donde tenían una importante presencia con Bolivia, Ecuador y Argentina, estos dos últimos ahora con otros aires más pragmáticos.
En Perú, el excanciller Javier González-Olaechea había fortalecido la postura de rechazo a cualquier maniobra chavista de perpetuarse en el poder reforzando la histórica rencilla de Lima y Caracas desde el siglo presente. Ningún país debe ser ajeno a la realidad venezolana, más aún si nuestra nación alberga cerca de un millón de personas de dicha nacionalidad. Es digno de estados democráticos tener como causa común la férrea defensa de la libertad de elegir.