En un contexto en el que no sabemos el origen del virus, cuándo tendremos una vacuna, si vamos a contagiarnos, cuándo asistiremos nuevamente al estadio, cine o a un restaurante, en fin… cuándo terminará esta situación, la incertidumbre golpea duro.

Al respecto hay una interesante columna del The New York Times “Cerrado hasta nuevo aviso” (Dan Barry, 21/05/2020). Cita a la socióloga Deborah Carr diciendo “Vivimos en una película de suspenso sin final… Y vemos incertidumbre por todos lados… No hay un punto final evidente” refiriéndose a que la falta de experiencias previas genera una sensación de impotencia.

En circunstancias normales uno resuelve problemas de una cierta manera y si no funciona se plantea una opción alternativa. Pero la incertidumbre no permite hacer planes a futuro.

Cuando hay un final, es posible pensar en la transición a lo que sigue, pero al no haber claridad al respecto se merma la capacidad de control y sentido de iniciativa. Si a eso se suma la discrepancia pública entre los presidentes como Trump y los inmunólogos como Anthony Fauci, la confusión e incertidumbre se acrecientan junto con la desconfianza a la autoridad. Barry hace notar la diferencia con las “conversaciones junto al fuego” que el presidente F. D. Roosevelt transmitía por la radio durante la Gran Depresión, que hizo sentir al público que estaban juntos luchando contra el mal.

Haría bien el presidente Vizcarra en replantear sus apariciones triunfalistas, confusas, inconsistentes con lo que la gente vive en la realidad, bajar del pedestal y convertirse en un acompañante cálido de la población.

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