Vladimir Cerrón es un delincuente que entra a Palacio de Gobierno como Pedro en su casa. Un corrupto al que Verónika Mendoza nunca pudo llamar como tal, ni Francke, ni Mirtha, menos su hoy lacayo Aníbal Torres. Al final, toda la izquierda se ha sometido a su voluntad y logró imponerse por encima de la propia Dina Boluarte que hoy prefiere guardar silencio.

Cerrón debería tener prisión preventiva, pero en vez de eso, lo que tiene son tres ministerios: Justicia, Salud y Minas. Lo subestimaron y, hoy, ahí está, más empoderado que nunca. Mientras él sigue su plan de copamiento de instituciones con militantes de Perú Libre, los de siempre continúan enfilando sus baterías contra el Congreso.

Por supuesto, las novelas de conspiraciones y cónclaves golpistas son miel en la boca de Cerrón que está sedienta de poder. No hay mejor distracción, para él, que un grupete de medios y opinólogos inventando farsas para que “se vayan todos”. Son esos mismos que anunciaron ponerse las zapatillas para marchar contra Pedro Castillo, pero que hoy regresaron a su modo de odaliscas del régimen.

Estamos en un punto de no retorno donde hablar de vacancia no te convierte en “golpista”. Ustedes le dieron una última oportunidad a Castillo y este respondió hipotecando la salud de todos los peruanos a Cerrón, el exgobernador experto en el clientelaje político, con hordas de militantes que no dudarán en tomar las calles para defender sus nuevos puestos de trabajo. Prepárense que esto recién empieza.

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