“Había amedrentamiento de parte de quienes manejan el Ministerio Público, de la Fiscal de la Nación, que nos abría investigaciones por cualquier motivación y luego nos mantenía coaccionados para que podamos luego votar o dirigir un voto (...) Algunos colegas y asesores del Ministerio Público nos decían que si votábamos contra la señora Zoraida (Ávalos) íbamos a tener ciertos beneficios. Era un mercado persa. Hasta me ofrecieron limpiarme en mis temas, pero tenía que alinearme”, reveló el congresista Darwin Espinoza en Canal N. Con ello, dejó en claro que la Fiscalía tenía por el cuello a los parlamentarios (en el allanamiento a las oficinas del MP se encontró un folder con los “escándalos de los 130 congresistas”) y que en el Legislativo se vendía de todo, principalmente las conciencias.

Lo peor es que en medio de este terrible panorama, el Congreso permanece en silencio, mudo, paralizado ante la debacle institucional que se despliega ante nuestros ojos. La pregunta que resuena es evidente: ¿por qué no presenciamos una reacción contundente por parte de nuestros representantes frente a los acontecimientos que se desarrollan?La respuesta, aunque dolorosa, no deja espacio para la sorpresa: el Congreso, que debería encarnar la voz de la indignación ciudadana, se encuentra estrechamente vinculado al escándalo que azota a la Fiscalía. Es verdaderamente escandaloso y repugnante descubrir que Jaime Villanueva, asesor de la fiscal de la Nación Patricia Benavides, ha cruzado los umbrales del Congreso con el propósito siniestro de negociar votos y que algunos parlamentarios hayan participado en ese operativo político.

No es una “pelea de fiscales” o son “cosas personales entre ellas”, como argumentan algunos legisladores. Es algo más delicado. Se están burlando de la confianza de los peruanos. La responsabilidad de representar los intereses del pueblo se ha visto eclipsada por una complicidad vergonzosa con las tramas oscuras que minan la integridad de nuestras instituciones.

Los peruanos merecemos un Congreso que actúe como defensor de la transparencia y la justicia, no como un cómplice silencioso de los abusos que socavan los cimientos de nuestra democracia. Si persisten en servirse de esta en vez de servirla, aumentarán las posibilidades que llegue un extremista y se tire abajo todo lo que tato costó construir. Con estos congresistas estamos en peligro.

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