Las contradicciones entre el presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén, y el vocero presidencial, Fredy Hinojosa, en torno a la presencia de la presidenta Dina Boluarte en el condominio Mikonos, reflejan no solo la improvisación en el Gobierno, sino que también siembran dudas sobre la transparencia de Palacio en un tema tan sensible. La ambigüedad de la información solo aumenta las sospechas respecto a la visita de la mandataria al lugar donde presuntamente se encontraba el prófugo Vladimir Cerrón, líder de Perú Libre.

Esta falta de coherencia no es un hecho aislado, sino un síntoma de la falta de unidad en el propio equipo de la presidenta. Resulta irónico que Dina Boluarte llame constantemente a la unidad nacional mientras dentro de su entorno más cercano se observan claras señales de división y desorganización. Las declaraciones contradictorias entre dos figuras visibles de su gobierno muestran, además, que la comunicación parece estar manejándose de forma inconsistente, como si no existiera un objetivo común.

Aunque Adrianzén intentó enmendar sus palabras alegando una “confusión”, su corrección parece más un intento de control de daños que una rectificación sincera. A la ya extendida desconfianza de los peruanos en sus instituciones, estos actos no hacen más que añadir motivos para la sospecha y el desencanto. Cada contradicción y cada ajuste de última hora solo debilitan la imagen de un Gobierno que parece navegar sin una dirección clara.

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