Con frecuencia suele creerse como hegemón al país más rico del mundo. No es así. Es verdad que debe serlo, pero no basta. Japón fue el que mayor riqueza económica tuvo en las últimas décadas del siglo XX pero nunca fue hegemón pues ser el Estado más rico del mundo no significa que sea el más poderoso. Hegemón, entonces, es aquel actor internacional que tiene notable e incontrastable dominio planetario por lo que si estas virtudes geopolíticas son regiones o hemisféricas, no bastará para ser así considerado.
El país que posee esta cualidad ejerce influencia descomunal sobre la mayoría de los que se hallan en relación de subordinación sean potencias, Estados intermedios o naciones periféricas. La hegemonía es poder total, nunca parcial y está por encima de los demás por eso siempre es superpotencia, no solamente potencia. El hegemon es todopoderoso y difícilmente expone vulnerabilidades. Si las tiene es el signo más visible que su tiempo de dominio ha acabado o está en ese camino.
Para algunos el atentado del 11-S en Nueva York de 2001, la pandemia de la COVID-19, la retirada de Afganistán y hasta la no intervención en la guerra entre Ucrania y Rusia después de haber pregonado a los cuatro vientos que no iban a dejar que se desate la masacre que estamos viendo en territorio ucraniano, serían los signos de la caída libre de los EE.UU. desde que reemplazó a Inglaterra al final de la Primera Guerra Mundial, alzándose con su protagonismo en el histórico Tratado de Versalles que puso fin a la guerra. No hay muchos hegemones al mismo tiempo porque el poder en manos de varios o de muchos ya no es poder.
En la historia hubo hasta dos hegemones al mismo tiempo: Portugal y España lo fueron durante los siglos XV y XVI durante los celebrados viajes de circunnavegación luego de la firma del famoso Tratado de Tordesillas (1493) que los consolidó como las naciones con el mayor poder planetario; y, durante la Guerra Fría (1945-1991), episodio que siguió a la Segunda Guerra Mundial al aparecer EE.UU. y la Unión Soviética en el denominado mundo bipolar. El indiscutible ascenso de China y la reaparición de Rusia en la escena internacional no los vuelve hegemones pero sí serios candidatos. Como la hegemonía es cíclica todavía no se sabe cómo será determinado el nuevo Orden Mundial en pleno acomodamiento.