Tuvimos una dramática lucha contra el terrorIsmo durante dos décadas en las cuales la cooperación de las rondas campesinas fue un elemento determinante del éxito. Hoy también podría serlo para combatir la  criminalidad y apoyar la investigación del delito con la cooperación de la gente que toma las calles para gritar su desesperación. Pero la cooperación solo puede venir de la confianza, si la Policía actúa con honestidad y respeta los derechos, si se atienden las denuncias sustentadas con evidencias y si se comparte ostensiblemente el objetivo común. Lamentablemente la confianza posible ha sido mellada por la asociación de malos policías con el delito que queremos combatir, por las coimas y la corrupción. Lejos estamos de la reconocida y legendaria Escuela de los Barrios Altos, constituida por gente del pueblo, pundonorosa, para la cual el honor era su divisa. La política contra la criminalidad concierne a todos, especialmente a la Policía, al Ministerio Público, al Poder Judicial y al Ministerio del Interior, todos unidos para convocar a los mejores expertos, incluyendo los de las universidades. El sistema que tenemos no está funcionando y el colapso del Estado ante un objetivo fundamental, como es la defensa de la vida, aparece dramático. La ola de criminalidad resulta imparable y la población se siente inerme e indefensa.  No hay respuesta ni se entiende  qué pasa con el gobierno y sus autoridades, especialmente  con el Ejecutivo que debería comenzar por vigilar los barrios para expulsar y amedrentar a los delincuentes que han tomado la ciudad por asalto. La emergencia es de todos y la cooperación también debería serlo superando los miedos y el chantaje. El tema es complejo y debe ser abordado con realismo más allá de las instituciones ineficaces las soluciones  son obligatorias.