En lugar de responder con argumentos sólidos y asumir una postura responsable frente a los cuestionamientos la presidenta Dina Boluarte y sus ministros optan por declaraciones provocadoras que no solo evaden la rendición de cuentas, sino que también reflejan una preocupante desconexión con la ciudadanía.
Un claro ejemplo fue el desafortunado comentario del ministro de Economía y Finanzas, José Arista, quien, en Cusco, respondió a una pregunta sobre la crisis en Petroperú con un agravio a una periodista llamándola “odiosa”. Este exabrupto, más allá de ser inapropiado, exhibe un preocupante desprecio hacia la labor de la prensa, esencial para el control democrático.
No menos desafortunadas fueron las declaraciones de la presidenta Dina Boluarte, quien intentó justificar su ínfima aprobación del 3% con la frase: “No estamos trabajando para ser artistas de Hollywood”. Este intento de minimizar la importancia de las cifras no solo denota falta de empatía, sino también una peligrosa incapacidad para comprender el malestar popular.
Estos episodios no son hechos aislados, sino parte de un patrón reiterado. Boluarte y su gabinete han demostrado una alarmante falta de tolerancia hacia las críticas, un defecto que se agrava por su insistencia en defender lo indefendible. En lugar de enmendar el rumbo, el Ejecutivo parece más empeñado en perpetuar una narrativa alejada de la realidad.