El Papa Juan Pablo II llegó por primera vez al Perú en febrero de 1985. El periodista Federico Prieto Celi, uno de los pocos especialistas en Derecho Canónico, contaba que el Sumo Pontífice, en Villa El Salvador, ante más de un millón de personas dijo que esa población tenía hambre de Dios y también hambre de pan.

“El ministro de Agricultura en ese entonces era Juan Carlos Hurtado Miller, quien poco después de escuchar esas palabras, recibió una llamada del presidente Fernando Belaunde Terry. En ese tiempo era el Gobierno que fijaba el precio del pan y justamente había decidido subirlo. Pero el Jefe de Estado al escuchar al Papa decidió que el pan no podía subir de precio y así se lo indicó al ministro”.

Esta anécdota grafica el control de precios que llevaba a cabo el Gobierno en esos años. No solo podía determinar el precio del pan sino también de la leche, arroz, aceite, azúcar y toda la canasta de primera necesidad.

Este intervencionismo del Estado aún no lo vivimos, pero todo puede ser posible si se mantiene el populismo del Congreso, que por ahora está imponiendo los sueldos de los trabajadores de las empresas agroexportadoras y los topes a las tasas de interés de los bancos.

“Lamentable que en el Congreso se estén discutiendo salarios y tasas. ¿Qué viene después, el precio del arroz, la leche y el pollo? Por ese camino luego viene hiperinflación, recesión y pobreza”, dijo hace poco la presidenta del IPAE, Elena Conterno.

Los congresistas parecen atados a una suerte de delirio populista, que ha generado gritos y bravuconadas, pero ninguna consideración sensata.