Los paranoicos del anticomunismo se pasaron estos años repitiendo la monserga del comunismo y el marxismo invasor. Decían tonterías como que Martín Vizcarra manejó el gobierno de modo comunista, que la ideología de género marxista y caviar, que los rojos capturando el Estado. Decían que Julio Guzmán y el Partido Morado eran rojos. Decían y dicen que Sagasti es marxista y admirador de terroristas. Tan a la derecha están, tan conservadores y reaccionarios son, que cualquier movimiento al centro lo ven como subversivo.

Durante todo este tiempo nos advirtieron que el lobo marxista totalitario estaba aquí entre nosotros, y que en esta campaña también venía con Verónika Mendoza o Guzmán. Peleaban contra las sombras, perseguían a las sombras. Mientras tanto el lobo estaba suelto en plaza recogiendo ovejas en el campo, irrumpiendo sigilosamente.

Pedro Castillo es un profesor sutepista y, él sí, marxista. Reivindica a Chávez, pero también a Fidel Castro. Propone estatismo puro y duro, quiere controlar a los medios. Es la izquierda que aún no se enteró que ya cayó el muro de Berlín y que China comunista explota en capitalismo. Es una izquierda retrógrada.

A la derecha que se precie de republicana y demócrata le hubiese convenido tener como rival a una izquierda moderna y más liberal, como la que representaba Verónika Mendoza. Le hubiese convenido tener como rival una opción centrista como la de Guzmán, que cree en el mercado y económicamente se acerca a la derecha. Pero, no. Se dedicaron a dinamitar al centro y a la izquierda moderada con propaganda terrorista. Le hubiese convenido incluso tener una derecha como la que representaba Alberto Beingolea, o en todo caso, Hernando de Soto. Pero, no. Recurren a la vieja confiable. Fueron con López Aliaga y Keiko Fujimori.

Estos paranoicos anunciaban, como en la fábula, que ahí viene el lobo, pero al lobo real no lo vieron y ahora lo tenemos en segunda vuelta.