El Canal de Panamá es una obra de ingeniería magnifica que conecta el océano Atlántico y el Pacífico, optimizando la navegación marítima y reduciendo notablemente el tiempo y el costo del transporte de mercancías. Representa alrededor del 5% del comercio mundial, a través del tránsito de más de 14 mil buques al año, que conectan 170 países y más de 1,920 puertos alrededor del mundo. A pesar de que el 75% del tránsito del canal pertenece a buques norteamericanos, la presencia de capitales chinos en el manejo y operación de las dos empresas portuarias que operan el canal ha generado la reacción de la nueva administración Trump.

En el 2017, Panamá rompió relaciones con Taiwán y las estableció con China y desde entonces, este país asiático ha invertido más de $2,500 millones de dólares en distintas obras de infraestructura en Panamá. Lo cierto es que la “guerra comercial” de China y USA no es en sí misma una lucha entre el comunismo y el capitalismo, entre la libertad o la democracia, sino una lucha a muerte entre el capitalismo “libre” y el capitalismo de “Estado”: éste último, ejercitado por el gigante asiático que a diferencia de las inversiones norteamericanas, que buscan afincarse en espacios donde generar dividendos, las inversiones chinas no tiene ningún problema en invertir (incluso a perdida) con tal de ganar posiciones geopolíticas que respondan a sus planes estratégicos de expansión en el mundo.

El presidente Trump declaró públicamente que “América” recuperaría el control del Canal de Panamá para su país, lo que podría significar un claro conflicto con un aliado clave. La expansión geoestratégica de China en América Latina no es casual y ha ido avanzando sigilosamente, desde el Canal de Panamá, pasando por la adquisición de empresas mineras, eléctricas de hidrocarburos y de otra índole en la región, hasta llegar a las costas centrales de América del sur, echando ancla en el nuevo Puerto de Chancay, ubicado estratégicamente frente al océano Pacifico y en el cual posee 60% de propiedad.

La política de “América first” que ha traído bajo el brazo el recientemente re-estrenado presidente norteamericano Donald Trump y sus políticas nacionalistas, han abierto un signo de interrogación gigante hacia América Latina. Habrá que ver.