Hace unas semanas, el periodista español Daniel Lozano, especializado en conflictos sociales y política sudamericana, escribía en el diario El Mundo acerca de la naturaleza del régimen venezolano conducido por el tirano Nicolás Maduro: “El régimen es civil-policiaco-militar, más apegado al modelo soviético y con un fuerte aparato de inteligencia al interior de los cuarteles. Y además con un componente de adoctrinamiento, junto al de terror y control interno”. El drama venezolano se agudiza, la implantación de un sistema enturbiado por la vigilancia estatal que oprime libertades individuales y estigmatiza de terroristas al pueblo disidente, es la única manera que tiene el régimen de conservar su poder ilegítimo. La pugna electoral fue desequilibrada e injusta desde el principio. El régimen bolivariano tenía planificado cada movimiento para contrarrestar la insurgencia popular, fijar mediáticamente el relato de que el pueblo es terrorista y difundir la escandalosa noticia de los ataques cibernéticos sufridos por el comité electoral venezolano para así ocultar los resultados oficiales. ¡Parece que la institucionalización de la mentira es el destino natural de todo régimen socialista! Leyendo esta última semana, el cuento Diablo (1902) de Jack London, acudieron a mi mente las imágenes del iniciador del proyecto revolucionario Hugo Chávez y del epígono Maduro. Dice London: “El perro era un diablo. Muchos lo llamaban engendro del infierno y su dueño, también era un demonio. Él, lo había moldeado hasta convertirlo en una gran bestia, lista para cualquier bellaquería, rebosante de odio, siniestra, malévola, diabólica”.

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