Las interpelaciones y censuras a ministros y ministras son instrumentos de control político contemplados por la Constitución y bien usados son un ejercicio que permite fortalecer la democracia y el equilibrio de poderes de un país.

En un mundo ideal, así debería ser un proceso de este tipo, pero lo que el Parlamento hizo el pasado viernes -y que continuará el lunes- con la ministra de Economía y Finanzas (MEF) ha sido una reiteración de que muchos de los parlamentarios no solo desconocen sobre qué leyes votan sino que también que no saben para qué fueron elegidos. Si van a interpelar, háganlo bien.

El Congreso tiene la libertad para interpelar y censurar, si se tiene los votos para ello, a un ministro.

Sí, las acciones de María Antonieta Alva Luperdi en el MEF tienen que ser revisadas y explicadas, ella es la responsable de la cartera, pero lo mostrado en el debate demuestra que el nivel de análisis del Congreso, salvo honrosas excepciones, está por los suelos.

La culpa no es solo de los parlamentarios, es de quienes los llevaron a sus partidos para optar por un cargo de representación nacional y nuestra, por elegirlos.

Ojalá -sí, aún les tenemos fe- mejoren y, por el bien del país, analicen bien sus acciones de control.

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