En Correo siempre vamos a estar en contra de que cualquier ciudadano, más allá de su postura política o desempeño profesional, sea objeto de agravios y acoso en las calles, las puertas de sus casas o en lugares públicos, tal como le ha sucedido en las últimas horas en Estados Unidos al fiscal Rafael Vela Barba, jefe del equipo especial de fiscales que tiene en sus manos graves casos de corrupción vinculada a políticos de alto perfil, todo vinculado a la empresa brasileña Odebrecht.

Sin embargo, con el mismo énfasis con que rechazamos este tipo de ataques venga de donde venga, tenemos que manifestar que creemos que desde hace tiempo el fiscal Vela Barba ha tenido que ser alejado del cargo que ocupa, por malos resultados y sobre todo por las denuncias de su examigo Jaime Villanueva, quien ha dado pistas, con pelos y señales, de la politización y la parcialización que ha marcado el trabajo de este magistrado.

El trabajo de Vela Barba y de su subordinado José Domingo Pérez ha sido nefasto en la muy necesaria lucha contra la corrupción, la cual ha debido ser muy profesional, rigurosa y oportuna; y desprovista de odios, figuración, abusos y sesgos políticos, para impedir que los investigados salgan a decir que son “perseguidos”.

Magistrados que han terminado lanzando un “salvavidas” a investigados por corrupción que cargan sobre sus espaldas escandalosas pruebas de raterías, deberían estar alejados de esta responsabilidad histórica que se les encomendó, y que les quedó inmensa.